Hoy, todos gitanos...

La prueba de fuego de todo Gobierno que se precie de "democrático" será el trato que éste dispense a las minorías. Porque es precisamente en el respeto y en el trato justo hacia los más débiles -política o socialmente hablando- donde se puede medir el talante, la sensibilidad y la cercanía del gobernante con el pueblo al que sirve, así como su identificación con los valores fundamentales de la justicia y de la democracia. Gobernar para las mayorías y para los poderosos es lo más fácil; eso es lo que hacen las dictaduras. Por eso es que todos los ciudadanos debemos preocuparnos y hacer sonar las alarmas de la democracia cuando se producen atropellos contra la justicia, aunque estos se produzcan contra minorías a las que uno no pertenezca.

El jueves 8 de enero de 2004, los gobiernos municipales de Madrid cometen uno de esos atropellos que deben encender todas las alarmas... Mientras escribo estas líneas, las excavadoras están derribando las casetas donde unos 400 fieles de la Iglesia Evangélica Filadelfia -mayoritariamente compuesta de ciudadanos madrileños de la etnia gitana- celebran sus cultos pacífica y civilizadamente, desde hace más de una década, mientras esperan -o, esperaban- a que el Ayuntamiento les consiga un lugar más apropiado, tal como se comprometió por escrito.

Pero estas personas tienen un problema serio: no sólo son gitanos, sino que, además, son "protestantes". Es decir, una "minoría de minorías", expuestos a la mayor indefensión...

Por eso es que hoy, por amor a la justicia y en defensa de la democracia, confesémonos... ¡todos gitanos! ¡Todos protestantes! ¡Todos ciudadanos!