Visiones celestiales
Coproducida por su protagonista omnipresente, Samuel L. Jackson, y por su colega Danny DeVito, Muerte de un ángel es una historia de esas que apasionan a los americanos, un relato de triunfo personal (casi el monotema del cine USA en toda su historia) tras el pertinente calvario, el que experimenta ese peculiar cavernícola en que se convierte, nos dicen, un otrora brillante alumno de Juillard (Jackson, of course). Un ser peculiar, padre de una hija policía y luchador, a brazo partido, contra los ángeles que pueblan su mente y le dictan, es un decir, la música que siente nacer en su interior... pero que no se ha atrevido a soltar al mundo.
Vagabundo, desahuciado para la vida en comunidad, misántropo en lucha contra una conspiración cósmica que imagina contra él, el bueno del cavernícola encontrará un motivo para regresar provisionalmente al mundo: la aparición de un cadáver frente a su cueva le permitirá demostrar a su amada hija que está un poquito loco, pero no tanto.
MUERTE DE UN ÁNGEL
Dirección: Kasi Lemmons. Intérpretes: Samuel L. Jackson, Colm Feore, Ann Magnuson, Damir Andrei, Aunjanue Ellis, Tamara Tunie. Género: criminal, EE UU, 2001. Duración: 105 minutos.
Con estos elementos, una novela de éxito y ninguna voluntad de discurso personal, Kasi Lemmons se limita a seguir con su cámara las evoluciones de Jackson, en uno de esos papeles de enajenado que todo actor americano consagrado se ve impelido a interpretar alguna vez. Es larga, aburrida, previsible y un pelín inverosímil, pero gustará a los amantes de la ficción criminal teñida de elementos fantásticos. Y a los seguidores de Jackson, claro está: él es la razón de ser del filme, con lo que sus fans tienen asegurada una ración para empacharse.
Babelia
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