Otro tostón del Atlético
El equipo de Manzano fracasa ante un Deportivo con poco interés y repleto de suplentes
Tanto cuajo le falta a este Atlético que su mejor jugador vive en el área rival y remata por primera vez con tino en el minuto 90. Fernando Torres está condenado a ganarse las habichuelas en una montaña rusa, con animosas carreras arriba y abajo, a un costado y a otro, mientras la pelota se retuerce descosida por el pasto o por las nubes. El chico tiene más aptitudes que la velocidad, pero se ve que Manzano no le reconoce otros dones, porque el guión del equipo es fijo: cualquier rojiblanco que recibe el balón levanta las cejas y mata a correr a Torres, que unas veces no llega, otras, cegado por la ansiedad, se precipita al fuera de juego y a medida que avanza el choque siente agujetas. Y sin Torres el Atlético es un equipo escuálido, máxime ante un rival con tanto cuerpo como el Deportivo, tan domado desde hace años por Irureta que no se resquebraja en exceso cuando alinea un pelotón de reservas. En el Calderón, con tan sólo tres de los titulares que crujieron el pasado sábado al Celta (Duscher, Scaloni y Capdevila) y algunos suplentes de suplentes (Jaime, Amo, Djalminha) el Depor fue capaz de manejar el partido sin un rasguño, porque el Atlético fue incapaz en todo.
ATLÉTICO 0 - DEPORTIVO 0
Atlético: Juanma; Gaspar, García Calvo, Lequi, Sergi; De los Santos, Simeone (Paunovic, m. 75); Novo (Ortiz, m. 30), Ibagaza (Jorge, m. 60), Musampa; y Fernando Torres.
Deportivo: Munúa; Scaloni, Andrade, Pablo Amo, Capdevila; Sergio (Jaime, m. 46), Duscher; Munitis, Fran (Djalminha, m. 46), Amavisca; y Tristán (Héctor, m. 82).
Árbitro: Carmona Méndez. Amonestó a Amavisca, Munitis, Andrade y Djalminha.
Unos 20.000 espectadores en el Calderón.
Si Irureta sólo pretendía no salir maltrecho a la espera de la cita de Rizor, Manzano se arrugó más de la cuenta. Recuperado De los Santos, al que le tiene demasiada fe, el técnico jienense reservó un hueco a Simeone junto al uruguayo. Sea de central o de medio tapón, siempre hay sitio para el argentino, desplazado de la defensa por García Calvo. Con dos medios centros defensivos el Atlético no tuvo juego alguno y Torres quedó aún más extraviado de lo habitual, porque estos días ni siquiera tiene como socio a Nikolaidis, que al menos le reduce el sudor. La ecuación De los Santos-Simeone sólo atizó el misterio sobre Movilla, desterrado desde el inicio del curso por su entrenador. La hinchada le pide en pancartas y se lo hace sentir a Manzano, castigado con una silbatina considerable cuando en el segundo tramo relevó a Ibagaza en beneficio de Jorge, sin meter una cuña en su caótico eje del centro del campo.
Sosaina como pocos, el partido necesitaba algo de picante. El Depor apenas se exigió, consciente del mensaje lanzado por su técnico con una alineación con tanto subalterno. A Irureta, enredado en la Liga y la Champions, la Copa le resbala un poco. Casi tanto como a Tristán, que pasó una de esas noches suyas tan perezosas que terminó por contagiar a sus colegas. Enfrente, el Atlético, al que se supone que este torneo debería seducirle de lo lindo, estuvo tan plomizo como en Zaragoza. Y no por desinterés, sino por falta de recursos y una mala explotación de sus contadas virtudes. El equipo no tiene salida por los costados y se aturulla por el centro. De tal guisa que futbolistas como Torres e Ibagaza parecen vulgares. Ni les buscan ni aparecen, sin que nada tenga sentido en este Atlético sin fútbol y sin brújula en el banquillo. Ninguna de las correcciones hechas por Manzano cambió el rumbo del tedioso duelo, que dejó limpitos a los dos guardametas y, como ya ocurriera en Zaragoza, no despertó un ¡uy! de la grada, salvo un par de tiritos de Amavisca, otro de Ibagaza y un zarpazo de uno y otro bando en el tiempo de prolongación.
Esta vez la afición se lo recriminó al equipo y al entrenador, porque tan horroso se puso el partido que el primer córner de la segunda parte llegó a la media hora. Un disparate. Quizá Manzano, como hizo tras la pachanga de La Romareda, piense de nuevo que el partido fue feo para el público. ¿Y para él no? Tostones semejantes deberían conducir a una profunda reflexión. El Calderón los ha visto de todos los colores, pero el de anoche quedará en su galería de los horrores. Por mucho que a estas alturas de la temporada la clasificación del equipo sea más que apañada -a tenor de los últimos tiempos del Atlético-, la mayoría de las veces el puesto final tiene mucho que ver con el juego. Y el Atlético de hoy día no tiene una gota.
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