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Columna
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Alterado mar

Guardan por donde el sector norteño del PP de la Comunidad Valenciana un respetuoso y sepulcral silencio en todo aquello que hace referencia al asunto Naranjax. Silencio se impuso en los postreros días del año que terminó y silencio reina en los nuevos del año que comienza. Aquí ni ha sucedido ni sucede nada. A lo sumo, lo único que cabe reseñar sobre el caso es la maledicencia en boca de un empresario, presunto maltratador, de la que se ha hecho eco en los medios de comunicación, según el alcalde de La Vall d'Alba y vicepresidente de la provincial Diputación de Castellón. No se hable más sobre el tema, que bastante griterío montamos en su día en torno a humos e indicios de irregularidades reales o hipotéticas hace como una década, cuando las riendas de gobierno estaban en manos de nuestros adversarios políticos socialistas y no en las nuestras. Silencio pues, que las querellas y rumores de los presuntos maltratadores, cuando se desmienten, aumentan. A callarse pues, que los ríos más profundos son aquellos cuyas aguas se deslizan con menos ruido. Atranquen ustedes sus bocas que las elecciones están a la vuelta de la esquina. Aquí no hay ni filesas ni matesas ni juanes guerras ni tráfico de influencias ni luceros del alba. Aquí ha habido declaraciones y querellas de un presunto maltratador, difundidas por los medios, y eso supone "una quiebra del principio de presunción de inocencia establecido en el artículo 24.2 de la Constitución Española". De tal guisa y con semejante grandilocuencia defienden algunos alcaldes del PP, con el alcalde de La Vall d'Alba a la cabeza, la honorabilidad del provincial presidente de la Diputación castellonense. Flaco favor le han prestado a Carlos Fabra, porque si las declaraciones y querellas del presunto maltratador son falaces rumores de un presunto despechado, sobran los manifiestos en defensa de la honorabilidad de nadie. Manifiestos que también han publicado y difundido los medios de comunicación social, como es normal y coherente con la idiosincrasia informativa de los medios. Y flaco favor, también, porque en vez de arremeter contra los medios hubiesen tenido que desmontar de forma fehaciente las supuestas maledicencias del supuesto maltratador y querellante. En cualquier caso el carácter de persona honrada y digna de respeto del destinatario del manifiesto de los alcaldes del PP, sólo la pueden poner en entredicho los jueces, los únicos que pueden poner en tela de juicio la honorabilidad de cualquier vecino. Pero estos alcaldes del Daganzo cervantino del PP de la Comunidad Valenciana en Castellón, en su manifiesto de silencios, hablan en exceso de las realizaciones y proyectos providenciales y provinciales, cuyo promotor es Carlos Fabra: aeropouerto, Mundo Ilusión, planes de purines, instalaciones deportivas y culturales, abastecimientos de agua y planes hidrológicos, trenes de alta velocidad que irán a Madrid y no recorrerán el corredor mediterráneo, y un largo etcétera que nada tiene, en principio, que ver con el asunto Naranjax, y un mucho con la política conservadora, populista y provincianista de Carlos Fabra. Una política que resulta de difícil digestión para muchos ciudadanos en muchos aspectos; poco o nada respetuosa en demasiados aspectos con el entorno natural y el desarrollo sostenible, y al gusto de determinados intereses privados que, a lo peor, no vienen a coincidir con los intereses generales o el bienestar de las futuras generaciones de valencianos norteños. Ese es el tema, y lo de la honorabilidad, un mar alterado porque hay viento.

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