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COPAS Y BASTOS
Columna
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Mundo Chupa-Chups

Enric Bernat, fundador de la empresa Chupa-Chups, falleció la semana pasada, a los 80 años. En 2002 tuve la oportunidad de conocerlo y compartir con él y su esposa, Núria Serra, unas horas de conversación con vistas a la redacción de un libro. No estuve a la altura del proyecto, pero la experiencia fue grata y me permitió conocer a una familia muy interesante. Bernat era un hombre afable, meticuloso y divertido, que disfrutaba relatando episodios de una vida dedicada al negocio de la alimentación y enseñando la multitud de productos relacionados con su impresionante imperio empresarial. De anécdota en anécdota, descubrí un mundo que ya le venía de sus antepasados, concretamente de su abuelo Josep, responsable de comprar, en 1845, la primera licencia de fabricación de dulces de la familia. Nacido en 1923 en la calle de València de Barcelona, con ocho hermanos y en un ambiente sin fronteras entre vida privada y trabajo, Bernat creció entre almacenes, procesos de fabricación, guiado por los consejos de su padre, Romà.

La guerra interrumpió sus estudios y, desde muy joven, Enric demostró un gran don de gentes y capacidad de iniciativa. Con sorna y buen humor pese a su estado de salud, contaba que la vocación por los negocios quizá le llegó el día que vio a su tío Manel, banquero de profesión, llegar a Lloret a bordo de un flamante Hispano Suiza. La posguerra fue dura, pero, paradójicamente, las carencias reforzaron las posibilidades de los que se dedicaban al sector alimentario. Enric conoció a Núria, hija de un importante pastelero y activísima colaboradora del negocio familiar. "Entonces era fácil vender porque no había nada", recordaba Núria con sarcástica modestia. El noviazgo superó la rigidez de las costumbres y transcurrió entre bailes y salidas al cine hasta que se casaron en la parroquia de Sant Pere de les Puel.les. Quedaban atrás los tiempos en los que Bernat compartía tertulia con los asiduos de los locales Bolero y Emporium. También quedaban atrás episodios que recordaba con cariño, como cuando, en pleno servicio militar, se le ocurrió montar un espectáculo de magia para recaudar fondos para las viudas de los militares. Su primo Joan le había iniciado en el mundo del ilusionismo y Bernat salía al escenario con un turbante en la cabeza deslumbrando al respetable con unos juegos de cartas. Su nombre artístico era Henry Bernardht, una versión centroeuropea del auténtico. El matrimonio salió adelante gracias a una mezcla de tenacidad, amor, suerte y astucia para adaptarse a la transición que transformó la escasez en desarrollismo.

Tras adquirir experiencia en el negocio familiar, Bernat viajó a Asturias y reflotó la empresa Granja Asturias. Allí creó el caramelo con palo, primero llamado Gol y, más tarde, Chups. Para lograr que todo el mundo se enterase de su existencia, fue necesario promocionarlo por el medio más eficaz de la época, la radio. Se compuso una canción pegadiza cuya letra decía: "Chupa un dulce caramelo, chupa chupa chupa un chups. Que es redondo y dura mucho, chupa chupa chupa un chups. Un palito lo sostiene, para no mancharte tú. Si quieres llenar tu boca, chupa chupa chupa un chups. Gira que te gira, rueda que te rueda. De gusto y dulzura la boca me llena, La boca me llena de satisfacción. Por esto al chuparlo canto esta canción: chupa un dulce caramelo, chupa chupa chupa un chups... Muy poquito a poco, se va deshaciendo, y mientras lo chupo, me voy divirtiendo. Tan grande y redondo, se parece al sol, la bola del mundo puesta en un bastón". El éxito de aquel estribillo hizo que el nombre se convirtiera en Chupa-Chups y que, más tarde, Salvador Dalí resolviera el marco del logotipo creando la silueta de la margarita dentro de la cual se imprimen las letras.

Alternando certezas conservadoras con intuiciones modernas, Bernat fue adaptándose a la realidad cambiante de los negocios. Su expansión mundial se inició en Francia, donde jugó con la sonoridad francesa de su apellido para vencer las reticencias a lo español y fue abriendo mercados hasta que, con la ayuda de su hijo Xavier, expandió los tentáculos de su producto a Rusia (la de Yeltsin y Putin), China, México (donde incluso fabricaron una versión picante del Chupa- Chups). Enric Bernat creía en el trabajo bien hecho y en la familia: "Para que exista un negocio familiar, antes tiene que existir una familia". Y de su gran creación, el caramelo con palo, contaba: "Tenía que ser un caramelo cómodo. Que el niño pudiera jugar, ir en bicicleta o hacer cualquier otra cosa con el caramelo en la boca". Es cierto. Como humilde homenaje a uno de los grandes empresarios catalanes del siglo pasado, he escrito este artículo con un Chupa-Chups en la boca.

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