Poema pedagógico
Hay en Francia viejas escuelas rurales de clase única, donde niñas y niños de una comarca -desde críos de parvulario hasta chicos y muchachas en el umbral de la pubertad- hacen girar su vida alrededor de un maestro o una maestra que les somete al lento y quebradizo esfuerzo de abrir su inteligencia y dar sus primeros pasos en la aventura del conocimiento.
En una escuelita del Auvergne, la vida de un par de decenas de chicos y chicas, de entre cuatro y diez años, discurre alrededor de la calmosa e inagotable pasión pedagógica de un maestro llamado Georges López, hijo de andaluces emigrantes. La cámara de Nicolas Philibert entra en este pequeño ámbito y, de otoño a primavera, va poco a poco dejando de ser una intrusa y desvela que la pequeñez del escenario en que se mueve es una pequeñez ilimitada.
SER Y TENER
Dirección, cámara y montaje: Nicolas Philibert. Fotografía: Katell Djian y Laurent Didier. Música: Philippe Hersant. Sonido: Julien Clochet. Género: documental. Francia, 2003. Duración: 104 minutos.
El diálogo de los niños y el maestro es un murmullo incesante, eco sonoro de una tarea igualmente incesante, una laboriosidad suave y obstinada, cuya monotonía es rota por brotes de imaginación y gracia en estado puro: el arte de romper un huevo y convertirlo en tortilla; el debate sobre las pesadillas; la busca de una definición del trabajo. Los niños cuchichean, dibujan, pelean, inventan, debaten, laboran infatigables. Suyo es el sublime monólogo coral del aprendizaje de ser.
La cámara de Philibert es porosa, libre, no tiene prisa, sabe esperar, se mueve en un tiempo sin rupturas ni elevaciones dramáticas, tiene sed de espontaneidad y absorbe delicadamente el hormigueo de los rostros y los comportamientos de los niños galvanizados por su maestro. La cámara de Philibert acecha en busca de signos y gestos. No acumula planos, sino que los funde en una sola toma, lo que crea la impresión de que el filme es todo él un único plano, una única mirada que logra hacernos ver algo tan invisible como el crecimiento: esa mínima niñita subida en una silla haciendo fotocopias; la rara capacidad de los niños para distinguir lo masculino de lo femenino; el prodigio de la captura del flujo de mentes abiertas; la busca de la niña perdida en un trigal; la conmovedora despedida del maestro.
Se ve materialmente crecer a los niños en el milagro documental de Ser y tener. Un pequeñín llora al sentirse abandonado en la escuela mientras otro niño, ya crecido, llora al ver que la escuela lo abandona. El gozoso y doloroso círculo de la conquista del ser y del saber se cierra; y se abre de nuevo el viejo caudal inagotable del poema pedagógico, una de las fuentes esenciales del cine.
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