Amos y perros
Cuando salgo de mi casa nunca miro al cielo, porque en cuanto te descuidas ya has pisado una de las mil mierdas de perro que me encuentro en mi camino. Sobre todo si me desplazo por el centro histórico de Valencia. Las mierdas están por todos lados. Ya sé que esta palabra no suena muy bien, pero creo que describe adecuadamente la mala leche que se te pone en el cuerpo. Ya ni me pregunto qué hace el Ayuntamiento para evitar esta situación, porque está claro que no hace nada. ¿Y los amos de los perros? El otro día uno me dijo que lo sentía mucho, pero que como no hay casi jardines ni zonas delimitadas, pues que deja al animal a su libre albedrío. Cuando le comenté que había visto cómo en otras ciudades los dueños recogían los excrementos de la calle y los tiraban en bolsas cerradas a contenedores, e incluso que había visto recogedores especiales, me miró como a una loca.
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