Igualdad educativa
En esta semana cae en mis manos uno de esos periódicos gratuitos que se reparten en mi ciudad y aparece ante mí este titular: "El colegio Maristas se amplía a cambio de un parking", y con subtítulo: "El centro tendrá pistas deportivas cubiertas para sus alumnos".
Y yo que me acercaba a mi centro de trabajo (trabajo como profesor interino), en un IES público, feliz y con entusiasmo (por ser interino, desarrollar mi trabajo con dignidad y dedicar las tardes a estudiar para demostrar, después de 10 años, que sirva para dar clases), de pronto, pienso que todos los centros (con la excepción de uno de nueva construcción en Las Cabezas de San Juan) no sólo no tenía una pista cubierta, si no que en la mayoría de ellos las instalaciones eran deficientes (ya por el estado, por sus dimensiones, por carecer de ellas) y, por supuesto, en todos, con escasez de material necesario para desarrollar unas sesiones adecuadas a las demandadas por los alumnos y, fundamentalmente, para fomentar en ellos la necesidad y utilidad de la práctica de la actividad física como aspecto indispensable para conseguir "un estado de completo bienestar físico, mental y social" (definición de la OMS).
Me paro en un semáforo antes de entrar en el centro y miro a mí alrededor (barrio de San Pablo, Sevilla) y pienso que quizá a mis alumnos les vendría de perlas que la Ley 10/1990 (la actividad físico/deportiva como elemento fundamental del sistema educativo y cuya práctica es importante en el mantenimiento de la salud del individuo) se cumpliese en toda su extensión, desde luego soy un incauto por pensar que después de 25 años de Constitución existiría una igualdad en el sistema educativo.
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