Latas navideñas
El guión de El ala oeste de la Casa Blanca, serie desprogramada provisionalmente para dar paso a un alud de latas navideñas, debería estudiarse en las universidades. Combina actualidad y conflictos eternos con un trenzado de subtramas que no renuncian ni al sentimentalismo más soportable ni a un sentido del humor ácido, muy bien defendido por sus actores.
Casa Blanca
La serie destila cierto patriotismo tendencioso, pero lo compensa con mucha autocrítica. Su único defecto es que ha sido superada por el tiempo, y que ese equipo presidencial resulta más simpático que el real. Decía John Gielgud que el arte del teatro consiste en conseguir que el público deje de toser. El arte de la televisión consiste en que te olvides del mando a distancia y eso ocurre con El ala oeste de la Casa Blanca, no así con Telepasión, un ejemplo de imaginación al servicio del tedio. Otros, en cambio, como Homo zapping (título pariente de la novela de Viktor Pelevin Homo Zapiens), se alimentan de esa idea del salto temático permanente. En su especial navideño introdujeron una imitación de María Teresa Campos retando a su imitadora a que se atreviera a imitarla en sus narices. De manera que vimos a la falsa Campos viendo a una falsa Campos que, en el fondo, era la misma espléndida actriz -Yolanda Ramos- imitando a la auténtica. No sé si me explico.
Salvajes
Nico, el italiano de Gran hermano, se siente incómodo en los platós. Nunca veía la televisión y ni siquiera sabe quién es Dinio, algo que produjo gran extrañeza entre los colaboradores de A tu lado. Éste es precisamente su encanto, ignorar todo lo que rodea la hiperactiva industria televisiva. Recuerda a aquel Matías de GH-4, el guaperas argentino que tampoco veía nunca la tele. Se trata de un nuevo tipo de buen salvaje rousseaniano (como el del anuncio de Audi): personas que llegan a este mundo sin prejuicios y que se comportan con una gran candidez. Que, además, tengan éxito con las mujeres es un detalle a tener en cuenta. La primera cosa que debemos hacer para llamar la atención de una mujer, pues, es no saber quién es Dinio.
Entrevistas
Entrevistar a políticos no es fácil. En El tercer grado, Carlos Dávila suele demostrar que este género resulta más divertido cuando su invitado le cae mal que cuando le cae bien. El director de TV-3, Joan Oliver, le hizo una larga entrevista a Pasqual Maragall, flamante presidente del Gobierno catalán. Tanto por su tono como por su actitud, a Oliver se le notaba incómodo, tenso, enlazando una serie de gestos (cruzarse de brazos, fregarse las manos, bajar el tono de voz) que habrían hecho las delicias de Flora Davis, autora del mítico ensayo La comunicación no verbal, o de Sebastià Serrano, otro sabio en la materia. A medida que avanzaba el diálogo, se iba produciendo un fenómeno curioso: cuanto más incómodo estaba Oliver, más relajado parecía sentirse Maragall.
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