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Columna
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Noches de opaco satén (I)

Se levantó, miró el desorden, se puso un vaso de leche fría, y dijo, como siempre: esta leche es leche buena y mañana Navidad. Y continuó buscando sus boletos en la lista fetén de la lotería nacional: ni una pedrea, y eso que la suerte había conmovido la ciudad, la provincia, la autonomía; pero sólo descubrió las escaleras rebosantes de botellas ajenas de cava, y sidra, como trofeos de un vecindario que llevaba dos días tapando huecos, casando hijos e identificándose con la tarjeta de la gran superficie, prendida en la solapa o en la blusa, ante los agentes persuasores del consumo obligatorio. De pronto arremetió contra las infantes de San Ildefonso que no le cantaban ni los responsos. Y contra la lotería nacional que era tanto como arremeter contra esa España de piña y piñón fijo, según las sentencias de Aznar. Luego, instaló el árbol de fibra óptica, lo contempló con curiosidad hasta que devino indiferencia, y entonces se dispuso a montar el portal de Belén, como homenaje a su madre, que siempre fue una virtuosa en reproducir a escala los paisajes evangélicos de San Mateo. No tenía prisa ni compromiso alguno: aquella noche la pasaría tranquilamente en su casa escuchando un concierto de acid jazz de The Brand New Heavies, mientras se liquidaba un garrafón de agua mineral. Sobre el viejo aparador, colocó pastores, campesinos, un río de sangre, un tipo en cuclillas, un muro de corcho y calambres, unos corderos, un par de tanques con la estrella de David, unos magos con pólvora, plástico y napalm, que venían de Occidente, una joven y un anciano de la Galilea que lloraban frente a un pesebre, donde yacía degollado el cadáver de un niño. A un lado y al otro, un colono y un soldado también israelí, con sus metralletas apuntando al personal, y sobre el pesebre un helicóptero, y en el helicóptero un Sharon, con una cinta de oro que decía: aquí no nacen niños, aquí, se los cepilla. Celebremos en paz la ejecución de un recién palestino. Noche de opaco satén, y un trago de agua para ahogar tanto crimen. 2003 años de conformismo, pudren.

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