El acabóse del empezóse
El gobierno es una empresa, sus representantes imágenes de marca, y su ideología simples eslóganes publicitarios. Los beneficios de la anterior guerra -operación comercial de gran envergadura- son esperados con impaciencia por diversos sectores económicos, como el del acero vasco. La publicidad y el marketing han sido importantes, como ocurriría con cualquier marca comercial. La guerra de Irak fue anunciada irreversiblemente en su día mediante folletos que nos mostraban a un inocente niño pintando con tiza en la pared un bello eslogan: "Por nuestra seguridad". En esta línea, el siguiente paso ha sido promocionar fugazmente en la televisión mediante spots publicitarios el "bienestar" -como un dentífrico o un automóvil de lujo- por el partido en el poder; es decir, por la marca más vendida. ¡El bienestar tiene que andar fatal para que lo estén anunciando en TV!
A la anterior coletilla corporativa "mire usted", le siguen otras, que, en todo caso, fueron creadas para funcionar como una reiteración oratoria entre los representantes de la firma -o marca- política más vendida en España, y que son en realidad una lista de frases repetidas hasta la saciedad, aprendidas en un manual corporativo para convencer a la población -o, si se prefiere, la clientela- de que la empresa gobernante dirige el negocio español con la mayor de las sapiencias. La cuestión es venderse más que la segunda marca más vendida, o, si prefieren llamarla así, el primer partido de la oposición. El hallazgo y posterior uso -hasta el hastío" por el Gobierno, los medios de comunicación y la oposición "con distintas intenciones, claro está- del popular eslogan: "España va bien", ejemplifica la técnica que ha llevado a los mercachifles a perpetuarse en el poder, a costa incluso de sus propios competidores, que no conocían la famosa frase de Goebbels: "Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad".
En este orden de cosas, la moral no es lo importante. Los empresarios vascos del acero deberán, en el caso de obtener un contrato, reconocer que forman parte -indirectamente o no- del gran negocio de la guerra, puesto en marcha por la mayor empresa del mundo: EE UU, cuyo presidente pide la pena de muerte para Saddam, con muy poca visión de marketing. Sin desviarse del tema inicial, mientras para los familiares de los militares norteamericanos el regalo de navidad más importante es la captura de Saddam, para los empresarios vascos el mejor regalo del mundo sería un contrato, o, cuando menos, un subcontratillo. La futura recolección del botín -o los dividendos- está siendo, en el ámbito local e internacional, una herramienta publicitaria, entre el soborno y el chantaje según los casos, para la consecución de nuevos logros. ¿Quién dijo que la política era bonita? ¡Y eso que la anuncian todos los días en TV! No, si algo tenía que tener.
¿Es este el fin de la política idealizada, y el advenimiento de una nueva fase de la historia de la humanidad, en la cual los partidos políticos pasan a ser -a las claras- empresas comerciales? No nos pongamos tan dramáticos, hombre. El Gobierno, o la empresa, si prefieren ustedes llamarlo así, parece haber alcanzado la máxima desinhibición -o el descaro más absoluto- a la hora de poner en evidencia los propósitos reales de una guerra. Ello sugiere, bien interpretado, que durante la era de Aznar la política española ha llegado a su más alto grado de transparencia.
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