La decepción
¿Cuál es el camino que va de la ilusión a la decepción? No lo sabemos. No sabemos cuál es ni si hay sólo uno, o son varios, pero sabemos que es corto, incongruentemente corto, igual que les sucede a casi todos los caminos que llevan de una cosa a su opuesta: del amor al odio, de la ley al delito, de la sinceridad a la mentira o de la militancia a la traición. Parece increíble pero, a menudo, una vida distinta está apenas unos pasos más allá de la vida que llevamos, quizá porque un paso es siempre una negación: si lo das, por ejemplo, a la derecha, te alejas de la izquierda, la tachas, la combates, te alistas en el bando de sus enemigos. Pura lógica, por mucho que este mundo y este país esté cada vez más lleno de santas y santos vocacionales que se consideran por encima del bien y del mal, de las ideologías y los compromisos de cualquier tipo porque, en su opinión, ellos viven en perfecto equilibrio entre todo y todo. La gauche divine, otra vez, y tal y tal.
La abogada Cristina Alberdi se va del PSOE porque se siente decepcionada, tal vez engañada. Se va del partido político para el que hizo de ministra, diputada y miembro de la Ejecutiva de la Federación Socialista Madrileña porque, en su opinión, el PSOE camina en contra de sí mismo y de su historia por pura ambición electoral, por pura ansia de poder. O sea, por motivos mezquinos. Cristina se va y al marcharse dice: "Nadie me puede relacionar con el PP". ¿Un paso contra el PSOE es un paso hacia el PP? No necesariamente. ¿Y la actitud de Cristina Alberdi en el asunto de los tránsfugas que le robaron la Comunidad de Madrid al PSOE para dársela al PP? ¿Benefició al PP o no su defensa del Tamayosáez, aquel bicho verde de dos cabezas visibles y cien invisibles? ¿Tantos años en el PSOE madrileño, y a niveles tan altos, y no se había enterado de que ahí dentro había gente que iba ofreciendo apoyos políticos a cambio de una licencia para matar en el terreno urbanístico? ¡Ay, Carmela, Ay, Cristina!, pudo decir la canción. Todo el mundo tiene derecho a la disidencia, vendrán a decirme, claro está, los equidistantes. Amén. Váyanse al diablo.
La decepción consiste en ver que los otros son otros, no quienes tú creías. Hay quienes te decepcionan porque se rinden, porque se dan y te dan la espalda, porque se conforman, negocian con ellos mismos, quieren todo pero sin renunciar a nada, son cobardes porque sólo se pelean con lo que no les puede ganar. Hay un poema de Mario Benedetti que se llama No te rindas y que quizás a alguien del PSOE le hubiese gustado leerle, hace un tiempo, a Cristina Alberdi. Empieza así: "No te quedes inmóvil / al borde del camino / No congeles el júbilo / No quieras con desgana / No te salves ahora / ni nunca / no te salves / No te llenes de calma / No reserves del mundo / sólo un rincón tranquilo / No dejes caer los párpados / pesados como juicios / No te quedes sin labios / No te duermas sin sueño / No te pienses sin sangre / No te juzgues sin tiempo".
¿Qué hubiera pasado si alguien se lo hubiera leído? ¿Puede un poema evitar que un barco se hunda? ¿O cuando uno ya ha decidido darse la vuelta es imposible volver a girar? Habrá quien crea que quien reniega de los suyos y es capaz de convertirse en rival de sus propias creencias es el más sincero de los mortales, como hay quien cree que el suicida es el más valiente de los muertos, pero ni Mario Benedetti ni yo estamos de acuerdo y los dos detestamos a los neutrales. Dense cuenta: los neutrales. Los que siempre saben la verdad, los que siempre tienen la báscula en el centro. Los que demuestran su buena puntería tirando piedras contra su propio tejado.
Nadie le leyó a Cristina Alberdi el principio del poema de Mario Benedetti. Quizá fue una lástima o quizá no. Puede que sea una buena oportunidad de que yo le lea ahora el final de ese mismo poema: " Pero si / pese a todo / no puedes evitarlo / y congelas el júbilo / y quieres con desgana / y te salvas ahora / y te llenas de calma / y reservas del mundo / sólo un rincón tranquilo / y dejas caer los párpados / pesados como juicios / y te secas sin labios / y te duermes sin sueño / y te piensas sin sangre / y te juzgas sin tiempo / y te quedas inmóvil / al borde del camino / y te salvas, / entonces, / No te quedes conmigo." Es una bonita despedida, ¿no?
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