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Reportaje:

Gore contra Clinton

El ex vicepresidente de Estados Unidos rompe filas y trata de cambiar el curso del partido Demócrata

El silencio de Bill Clinton es atronador. En la semana en la que su aliado y vicepresidente durante ocho años, Al Gore, ha dado un golpe político de efecto con su apoyo a Howard Dean que podría determinar la candidatura demócrata para noviembre de 2004, Clinton está mudo. La estrategia de Gore y el giro político que ya había iniciado en su fracasada campaña de las elecciones del año 2000 chocan frontalmente con la estrategia del ex presidente, tanto por lo que se refiere a la dirección del Partido Demócrata como a los hipotéticos planes de la pareja Clinton para dentro de cinco años.

"No me cabe la menor duda de que Hillary Clinton se hinca cada noche de rodillas para rezar y pedir que los demócratas no ganen en 2004, porque sabe que este año es demasiado pronto para ella y quiere tener despejado el 2008", bromeaba -sin bromear- recientemente en Washington el analista Charles Cook. La senadora por Nueva York desarrolla una actividad incansable: recorre el país desde Iowa a Hollywood, no descuida sus tareas y viaja a Afganistán y a Irak, manteniendo, por cierto, posiciones antagónicas a la de Dean y Gore en política exterior. El último domingo, Hillary pasó por las tres grandes cadenas de televisión, algo insólito. "No tengo ninguna duda de que está pensando en la Casa Blanca", dijo a la CNN el ex presidente Carter el viernes.

Bill Clinton, que apoyó el lanzamiento a la carrera demócrata del ahora desaparecido en combate Wesley Clark, está firmemente detrás de las carreras políticas de su mujer y del ex general. Lo dejó claro en otoño: "Los demócratas tienen sólo dos estrellas en su firmamento: Hillary y Wes".

La jugada de Gore al respaldar al que ya era favorito en la carrera de la nominación es un desafío a Clinton, el hombre que estuvo ocho años cada vez más inolvidables en la Casa Blanca. Gore dijo al dar la alternativa a Dean (en Harlem, Nueva York, donde Clinton tiene sus oficinas) que es necesario "rehacer el partido y rehacer Estados Unidos". Decir que hay que rehacer EE EU es gratis; decir que hay que rehacer el Partido Demócrata es dar una bofetada al impulso que le dio Clinton para modernizarlo. Un impulso malamente aprovechado por Gore en 2000, al perder unas elecciones que -a pesar de la jugada del Supremo en Florida- habría ganado de calle si en lugar de hacer una campaña populista, como si no fueran con él los ocho años de paz y prosperidad que EE UU acababa de vivir, hubiera aceptado la ayuda de Clinton, rechazada para distanciarse del episodio Lewinsky. A ese borrascoso final de la presidencia atribuye su derrota Gore, que lleva un año sin hablar con Clinton y que está furioso con él porque se siente marginado en el partido, según fuentes cercanas a la dirección. Gore articula su censura a la dirección del partido diciendo que está "impresionado" por la capacidad de Dean para canalizar la ira demócrata contra Bush y movilizar a los grupos de base a través de Internet, y se convierte así en adversario de Clinton: si el 2 de noviembre fracasa Dean, Gore puede heredar su aparato -de altísima eficacia movilizadora y recaudadora- pensando en 2008; si Dean gana, Gore -dicen las especulaciones- puede ser su secretario de Estado, o su principal asesor.

Gore corre también riesgos. "Su estrategia funcionaría sólo si Dean gana. Pensar que si pierde queda bien colocado para el 2008 es pura fantasía. Los partidos tienen poca paciencia con los que pierden incluso una sola vez, como Gore hizo inexcusablemente en 2000", escribe Charles Krauthammer en The Washington Post. ¿Se llegará a las manos? El hecho de que Clinton calle ahora no quiere decir que calle para siempre. Ni está en su naturaleza ni es lo que le reclamarán los suyos. Independientemente de que los demócratas necesitarán estar unidos tras las primarias, si Clinton cree que el ticket del futuro es Hillary y Wesley Clark, sin duda lo hará saber.

El ex vicepresidente Gore (derecha) estrecha la mano del candidato demócrata a la presidencia de EE UU, Dean.
El ex vicepresidente Gore (derecha) estrecha la mano del candidato demócrata a la presidencia de EE UU, Dean.AP

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