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LA COLUMNA
Columna
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Zapatero y el tripartido

¿SE IMAGINAN que en el País Vasco gobernara una coalición PNV-PP o EA-PSE? Pues esto es lo que está ocurriendo en Cataluña. Durante los últimos cuatro años gobernó CiU con el PP como apoyo, y a partir de ahora gobernarán PSC-ERC e ICV. Por segunda vez, a la hora de formar coalición de gobierno la oposición izquierda-derecha ha sido más determinante que el factor nacionalista. En 1999, CiU prefirió el acuerdo con el PP -con la derecha- antes que formar Gobierno con Esquerra, a pesar de que las dos coaliciones sumaban el mismo número de escaños (68). Ahora Esquerra prefiere gobernar con el PSC y con ICV -con la izquierda- antes que agrupar en coalición a la familia nacionalista. Lo que ha hecho Esquerra ahora es, como mínimo, tan coherente como lo que hizo CiU en 1999. Se evita de este modo la dinámica excluyente del frentismo nacionalista y se crea una alternancia conforme a la convencional oposición derecha-izquierda. Dos jugadas en un solo movimiento. La alternancia demuestra que era falsa la idea de que el nacionalismo conservador tenía un cierto derecho patrimonial sobre el poder autonómico y garantiza la cohesión del país, evitando la división entre nacionalistas y no nacionalistas. Nadie está vetado de antemano por razón patriótica en las coaliciones de gobierno catalanas.

El nacionalismo convencional de Convergència i Unió ha chocado con el soberanismo de Esquerra Republicana. "Yo no soy nacionalista, soy catalán y soberanista", ha dicho Carod Rovira en campaña y después de la campaña. Se desmarcaba de este modo del discurso identitario que presenta el patriotismo como una obligación civil y el nacionalismo como creencia, peaje para la ciudadanía plena. Decía José Ramón Recalde en este mismo periódico que el País Vasco es "una sociedad con alto grado de identidad y, al mismo tiempo, mínimo grado de vertebración". Lo que pretende el tripartito catalán de izquierdas es, precisamente, poner la vertebración por delante de la identidad.

Sin duda, el Gobierno catalán de izquierdas ha sido posible, en parte, por la coyuntura del socialismo español. Si la situación que se ha dado en Cataluña se hubiese producido a finales de los ochenta y con el PSOE en el poder, se podría apostar con seguridad que el resultado de este episodio habría sido un Gobierno catalán CiU-PSC. De hecho, Pujol lo ha intentado infructuosamente a través de Felipe González y de Manuel Chaves. Hasta que comprendió que los tiempos han cambiado y que puentear al PSC en Madrid sólo servía para irritarle un poco más. Se puede sospechar que Maragall y Montilla se han aprovechado de la debilidad del PSOE -psicológicamente tocado después de lo de Madrid- para imponer su criterio. Pero esto sería ver sólo el aspecto más coyuntural de la cuestión. Si Zapatero ha podido asumir los planteamientos de sus hermanos catalanes ha sido porque el Estado autonómico está desarrollando una pluralidad real en el país y cada vez son más los ciudadanos que reconocen la complejidad del demos español. La apuesta de Zapatero -en términos de política española- puede ser arriesgada. En marzo sabremos si ha sido prematura o no. Pero es una apuesta de futuro que tiene sentido y que le da al líder del PSOE un discurso que le permite -en este terreno de la articulación política de España- separarse de la sombra del PP en la que estaba metido como consecuencia de la cuestión vasca. No es extraño que al PNV le haya sentado fatal que CiU y ERC no llegaran a un acuerdo. El tripartito catalán puede poner en evidencia al sectarismo del Gobierno vasco.

España ha vivido veinticinco años en razonable convivencia democrática con la Constitución que Aznar no quería y que ahora defiende con la fe del converso. A la vista de la experiencia de estos últimos años, está claro que Aznar no es indispensable para encontrar la fórmula adecuada para poder convivir civilizadamente veinticinco años más. A Zapatero corresponde tomar la iniciativa. No se trata de mover un poco las cosas para ver si Cataluña encaja un poquito mejor; se trata de renovar el diseño general para que todos se sientan cómodos durante una larga temporada. Y este diseño tiene marca: "Españas".

Zapatero se la juega, sin duda. Se la jugaba en cualquier caso. Todo el mundo sabe que difícilmente tendrá otra oportunidad. Pero por lo menos tiene una enseña en torno a la que movilizar a la gente contra el separatismo del PP.

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