"Tristán es impredecible"
Casillas, el portero del Madrid, considera al delantero del Deportivo un "inventor" de jugadas
"Lo más importante en un jugador", dice Iker Casillas (Madrid, 20 de mayo de 1981), "es la confianza en sí mismo, da igual que sea un pelotero o un portero, que sea bueno o malo. Yo no puedo pensar que me van a regatear y marcar un gol. Cada vez que salgo al campo estoy convencido de que voy a hacer las cosas bien". Parece fácil, pero, como explica el entrenador de los guardametas del Real Madrid, Manuel Amiero, "no todos pueden situarse ante 100.000 espectadores y permanecer fríos, sin desajustarse. En algunos individuos de 30 años puede ser lógico. Lo que no es tan lógico es que, desde los 18, alguien [en alusión a Casillas] tenga esa capacidad de rendimiento y resolución".
A san Iker, como le llaman sus compañeros, el hombre inmutable, el que sale indemne cuando parece que lo acribillan, le va a tocar enfrentarse hoy con Diego Tristán -salvo que Javier Irureta premie a Luque, el héroe del Deportivo en Eindhoven-, en el que probablemente sea el uno contra uno más grandioso que se puede ver entre un portero y un delantero españoles. Casillas, porque espera sin inmutarse, es el guardameta del mano a mano más impecable de la Liga. Tristán, el punta deportivista, porque es impredecible hasta para sí mismo y desempeña el arte del engaño con todo su poder de fascinación.
"Comparado con Kahn, Buffon o Toldo, a lo peor me falta madurar. O a lo mejor no me falta nada"
"Entre la delantera del Barcelona y la del Deportivo, me quedo con la de éste porque tiro por el producto nacional", comenta Casillas; "me quedo con hombres como Tristán, que nunca sabes por dónde te va a salir. A él es más difícil adivinarle la intención que a cualquier otro delantero porque es muy técnico y tiene asumido el papel de improvisador, de inventor. No sabes si va a pegar [a la pelota] de punterita, picada o bombeada, como vacilándote".
A sus 22 años, Casillas se ha sofisticado. Ha cambiado de coche, pero no pierde la costumbre de llevar muñecos de peluche, como un osito y un conejito, en el asiento trasero -regalo de las admiradoras, dicen-. Tampoco pierde ese pronto de chaval espontáneo, más visceral y orgulloso de lo que parece, engañosamente tierno y engañosamente tímido, cuando se le pregunta por su contrato, de los más bajos de la plantilla madridista, y la relación que tiene con su valor como jugador: "Yo no tengo que enfrentarme a nadie para hacerme valer. No tengo ganas de que me reconozcan. El club sabe de sobra lo que valgo, más allá de que les pueda gustar o no. Y es obvio que, si no estuviera por encima de unos mínimos de rendimiento, no permanecería en el Madrid". Ahora, eso sí, conduce un bmw de varias toneladas y, si hay que ponerse elegante, se le ve con una gabardina de cuero oscuro y unas gafas de sol, tal que Neo, el mesías de la película Matrix.
En el Madrid actual, en el que la atención se inclina hacia la delantera, ser portero es tan poco agradecido como en cualquier otro equipo. Pero la labor de Casillas se hace cada día más consistente, y la estadística lo prueba. El Madrid no es el conjunto más rematador, pero sí es el que más disparos recibe. Aun así, va de líder. Casillas hace una parada cada 30 minutos y ocho segundos. Contra el Barça metió tres guantazos que valieron la victoria: con 0-0, con 0-1 y, al borde del final, con 1-2.
"Está más claro que el agua que ahora estoy jugando mejor que en mi primer año", afirma Casillas; "y mejor que en el segundo y el tercero. Pero quizá dentro de otro esté peor que ahora. Si me comparo con los mejores, con Kahn, Buffon o Toldo, a lo peor me falta madurar. O a lo mejor no me falta ni me sobra nada y lo que más tengo que cuidar es eso. Porque ahora lo mejor que tengo no son los reflejos como se dice, sino la progresión que llevo. Si no me estanco, quizá muy pronto, con veintipocos años, tenga más experiencia que un portero de 30 que no juegue al mismo nivel competitivo".
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