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COPAS Y BASTOS
Columna
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'A l'Ateneu, si us plau'

El próximo jueves, 18 de diciembre, se celebran elecciones en el Ateneo Barcelonés. El actual presidente, el escritor Jordi Sarsanedas, se enfrenta al arquitecto Oriol Bohigas. Continuidad (Més i millor) frente a renovación (Omplir l'Ateneu de futur). Convergencia frente a catalanismo de izquierdas (que así se define Bohigas: un catalanista de izquierdas que no milita en ningún partido).

"Hem de buscar fórmules per augmentar el nombre de socis. L'Ateneu ha de tornar a ser el centre del debat polític i cultural del país. Vull invitar personatges mundials a fer-hi conferències. Noam Chomsky, per exemple", declaraba Bohigas a El Punt el pasado domingo.

Aumentar el número de socios. Esto es esencial. En pocos años el Ateneo ha pasado de 4.000 socios a 2.300. Una de las razones, por no decir la principal, de ese alarmante descenso radica, pienso yo, en la proliferación de bibliotecas universitarias, bien dotadas y abiertas hasta la medianoche. "No pot ser que la biblioteca, on abans pràcticamente no s'hi cabia, ara estigui buida", dice Bohigas. Cuando, al terminar el bachillerato, mi padre me hizo socio del Ateneo, la biblioteca estaba llena, como dice Bohigas. Entonces yo iba a la biblioteca a leer libros que no encontraba en la biblioteca de la universidad, ni en la del Institut Français, y, por descontado, en ninguna librería. Allí me leí el Voyage au bout de la nuit, de Céline (primera edición), y allí descubrí la escandalosa novela J'irai cracher sur vos tombes, de Vernon Sullivan (Boris Vian), un legado del pintor Pere Ynglada, socio de la casa, que acababa de fallecer. También descubrí en el tercer piso, dentro de un armario, una colección de la N.R.F. atada con un cordel que devoré después de devolverle su blancura inicial con la ayuda de un trapo y un cepillo. Hoy, si quiero alguna novedad literaria (novela, ensayo, biografía...) francesa, inglesa o italiana, es probable que la encuentre en las bibliotecas de los respectivos institutos, pero no en el Ateneo. Y no hablemos de las revistas y de la prensa extranjeras. No pido que la biblioteca del Ateneo ponga a disposición de sus socios los 200 periódicos de todo el mundo que el café New York de Budapest ofrecía a sus clientes en los años veinte del pasado siglo, pero sí una docena de los mejores diarios del mundo. Me parece que no es mucho pedir, tratándose del Ateneo de Barcelona, "la millor ciutat del món".

La biblioteca sigue siendo, como bien dice Bohigas, la joya del palacio de la calle de Canuda. La joya y la cenicienta, porque uno no acierta a comprender que desde 1997, el año en que Jordi Sarsanedas llegó a la presidencia, hasta hoy todavía siga sin informatizarse la biblioteca, sin estar presente en la red de bibliotecas. Mi buen amigo Narcís Garolera, que figura en la lista de Bohigas, me dice que la Diputación (es decir, Manuel Royes) financió en su día la informatización de la biblioteca episcopal de Vic. "Los curas de Vic, gente extremadamente conservadora, votan hoy por el canvi", me dice, burlón, Garolera. Y si la biblioteca de Vic está informatizada, ¿cómo se explica que no lo esté la del Ateneo? ¿Qué hacía mientras tanto la junta, tomar el sol en el jardín, jugar a la botifarra?

Bohigas quiere que el Ateneo vuelva a ser el centro de la vida política y cultural de la ciudad. Es comprensible. Bohigas se fue a vivir a la plaza Reial convencido de que su sola presencia iba a regenerar la plaza más hermosa de Barcelona y también una de las más degradadas. No lo consiguió. Ahora sueña con resucitar en el Ateneo la peña del doctor Borralleras. En 1978, siendo yo delegado de Cultura del Ayuntamiento barcelonés, encargué a Enric Jardí la redacción de una monografía sobre la célebre peña del doctor Borralleras en el centenario de su nacimiento (Quim Borralleras i els seus amics). Era mi particular homenaje, y el del Ayuntamiento, al Ateneo y a toda una época que, como entonces pensaba y sigo pensando, había desaparecido con la guerra y no volvería jamás.

Bohigas es un romántico. Sigue creyendo en las peñas -creo que tuvo una, unas célebres cenas, en el Círculo del Liceo-, y hace bien. Incluso es posible que acabe creando una famosa peña en el Ateneo. Pero convertirlo en el centro del "debat polític i cultural de la ciutat" me parece más que improbable. Los tiempos y las costumbres han cambiado radicalmente. Antes, en los años cuarenta o principios de los cincuenta, aún podías coger un taxi y decirle al taxista: "A l'Ateneu, si us plau", con un 50% o más de probabilidades de que te dejase en la calle de Canuda. Hoy esto es inconcebible. Hoy el centro del debate político y cultural está, si es que está en alguna parte, en la tribuna del Barça.

No soy socio del Ateneo (dejé de serlo tras un enfrentamiento con Ignacio Agustí, presidente que fue de la casa). Pero volvería a serlo con sumo gusto si Bohigas montase una buena peña y me devolviese a Joanet, el peluquero del Ateneo (hoy no hay peluquero) que me cortaba el pelo de niño, y la tortuga del jardín con la que jugaba (al parecer la robaron). Y si suscribiese el Ateneo a un montón de periódicos extranjeros; proveyese el bar de whisky, irlandés, y buenos habanos, e hiciese que variase el menú de la cuina garrotxina del restaurante (siempre el mismo arroz, los mismos macarrones, la misma ternera con setas..., se me queja mi amigo Lluís Bonada). Y si nos trajese a Noam Chomsky. O a Hillary Clinton, que es más guapa.

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