Gueidar Alíev, ex presidente de Azerbaiyán
Con la muerte del ex presidente de Azerbaiyán Gueidar Alíev, a los 80 años en la clínica de Cleveland ( EEUU), desaparece físicamente uno de los grandes dinosaurios de la política soviética, que, tras más de 40 años de carrera en la URSS, supo, como su colega georgiano Eduard Shevardnadze, mantenerse a flote en su tierra natal, convertida en Estado tras la desintegración del último imperio del siglo XX.
Nacido en Najicheván (un enclave de Azerbaiyán entre Armenia e Irán), Alíev comenzó su ascenso en los servicios de seguridad del Estado en 1944 y era el máximo dirigente del KGB en Azerbaiyán en 1969 cuando se convirtió en la máxima autoridad comunista de la república caucásica rica en petróleo. En 1982 se trasladó a Moscú para integrarse en el Politburó del Partido Comunista de la URSS, el máximo órgano de dirección colegiado del Estado soviético.
Considerado un protegido de Leonid Breznev, se convirtió en un peligro para la política reformista de Mijaíl Gorbachov, cuando este dirigente llegó al poder en 1985. Alíev cayó entonces en desgracia y, siguiendo las tradiciones soviéticas, fue apartado del Politburó tras una orquestada campaña de desprestigio que le vinculó con distintos asuntos de corrupción, nepotismo y ostentoso estilo de vida. Alíev pasó después unos años en el limbo político.
En julio de 1991 abandonó el Partido Comunista sobre el telón de fondo de la creciente e irremediable fisura entre Moscú y las repúblicas periféricas. Por entonces, Azerbaiyán estaba aún traumatizada por el balance de 131 muertos y numerosos heridos que produjo la entrada del Ejército soviético en Bakú en enero de 1990 y por el flujo de refugiados procedentes de los territorios arrebatados por Armenia.
En agosto de 1991, Alíev reapareció en su tierra natal de Najicheván como presidente del Parlamento local y en 1993 tuvo su gran oportunidad de situarse de nuevo al frente de Azerbaiyán, ahora ya un Estado independiente, cuando fue elegido presidente del Parlamento en junio de aquel año. Pocos días después, tras la huida de Bakú del presidente Albufás Alchibéi, pasó a desempeñar el cargo de presidente en funciones y en otoño fue elegido por sufragio popular. Afianzado en este puesto, Alíev inició una política de acercamiento a EE UU y a Occidente que se plasmó en el proyecto del oleoducto Bakú-Ceyján, actualmente en construcción. Fruto de su política proamericana tras el 11 de septiembre de 2001 fue el envío de pequeños contingentes de pacificadores a Afganistán primero y a Irak después. Al tiempo que desarrollaba los vínculos con Washington y convertía a Azerbaiyán en miembro del Consejo de Europa, Alíev supo también mantener sus relaciones con Rusia y con su vecino Irán, donde vive una gran comunidad azerbaiyana. En 1994, con un alto el fuego, congeló la guerra por el Alto Karabaj y por los territorios azerbaiyanos (el 20% del país) ocupados por Armenia, aunque no pudo resolver este contencioso que frena hasta hoy la cooperación regional en el Cáucaso del Sur.
Alíev, que los últimos años de su vida se reveló como un musulmán activo e incluso realizó una peregrinación a La Meca, ha sido el primer fundador de una dinastía familiar postsoviética. Con una salud cada vez más debilitada que le obligaba a pasar largas temporadas en hospitales de Turquía y EE UU, la familia de los Alíev, enquistada en los mecanismos de poder de la república, acabó cerrando filas en torno a Iljam, el hijo del presidente, que fue elegido el pasado octubre para relevar a su padre en unas elecciones plagadas de irregularidades. Antes, en agosto, Iljam había sido elegido primer ministro, lo que le permitió ejercer como presidente en funciones mientras aseguraba una y otra vez que su padre se estaba recuperando en EE UU, adonde tuvo que ser trasladado en agosto, y que pronto volvería a Bakú. En el afán de mantener presente la figura de Alíev se dijo incluso que el viejo y astuto dirigente había votado desde la clínica y seguía la televisión azerbaiyana por Internet.
Alíev gobernó Azerbaiyán con mano férrea y se desembarazó sin miramientos de sus oponentes políticos, aunque la represión en la república caucásica no llegó a los niveles de Uzbekistán u otras repúblicas ex soviéticas de Asia Central. A diferencia de Iljam, con limitada experiencia política, el viejo Alíev inspiraba respeto incluso entre sus oponentes políticos, que admiraban su capacidad para la intriga y también para el juego internacional en un delicado entorno geoestratégico. Azerbaiyán, donde viven ocho millones de personas emparentadas con los turcos por su lengua y con los iraníes por su religión (chiíes) se ha distanciado económicamente de sus vecinos postsoviéticos gracias al petróleo, pero sus habitantes viven mayoritariamente en la pobreza con un sueldo medio de setenta dólares.-
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