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INFORME DE LOS TRES PSIQUIATRAS JUDICIALES QUE HAN EXAMINADO LA CONDUCTA DE ALFREDO GALÁN

El 'asesino del naipe' mataba "por placer"

Los tres psiquiatras judiciales encargados de examinar la conducta de Alfredo Galán, de 26 años, presunto asesino del naipe -acusado de seis asesinatos y otros tres intentos-, concluyen en un informe que éste distingue entre el bien y el mal y que sus delitos no son fruto de una enajenación mental. Los peritos afirman en un informe, que acaba de ser incorporado al sumario, que Galán tiene "rasgos paranoides y un trastorno adaptativo de la personalidad", pero que ello no le convierte en "inimputable", puesto que "mataba por matar" y "sentía placer por ello". Se trata de una persona "narcisista, sádica y megalómana que necesita ser admirada por los demás". "Mataba, pues, por mera gratificación personal, por tener la experiencia de lo que se siente al quitar la vida a otro ser humano", resaltan.

"No me entregué porque estuviese ebrio; fue una acción rápida por la ineficacia policial"
"Estaba sentado delante de la televisión y se me ocurría matar, y ya está..."
Los peritos: "Se venga de la vida asesinando; con ello logra superar sus frustraciones"
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Los seis asesinatos y otros tres frustrados que Galán ha confesado haber cometido en Madrid este año (aunque luego se ha retractado de la autoría), responden, según el informe, "a una actitud de depredación humana". "Siente placer y se venga de la vida matando; y con ello logra superar sus propias frustraciones", añaden. Tras matar a sus víctimas -con una pistola Tokarev que adquirió cuando estuvo en Bosnia como soldado del Ejército español- no sentía "ningún remordimiento". Y es que a Galán "le daba igual" el sufrimiento de sus víctimas. Antes de disparar le gustaba "humillarlas poniéndolas de rodillas en el suelo".

El informe sobre Galán consta de 42 folios, y ha sido elaborado, a instancia del juzgado instructor, por los peritos Juan José Carrasco, José María Abenza y Faustino Velasco. Es el resultado de cinco entrevistas que han mantenido con él en la prisión de Soto del Real, donde se halla en la actualidad a la espera del juicio. Galán se enfrentará a una petición del fiscal superior a 120 años de cárcel. El fiscal, Rafael Escobar, tampoco ve atenuantes en su conducta. En sus entrevistas iniciales con los peritos, Galán -vecino de Puertollano, aunque cometió todos sus crímenes en Madrid- no tiene inconveniente en hablar de sus crímenes. Lo hace "con seguridad, tranquilidad y sin matices afectivos", según los técnicos.

Los agentes que le investigaron estaban sorprendidos de la frialdad que mostraba en sus acciones: "En Madrid ha habido asesinos en serie, pero no estábamos acostumbrados a alguien así: se plantaba delante de sus víctima, que elegía al azar, se reía en sus caras y, sin decir una palabra, les disparaba a la cabeza".

La idea de asesinar surge en Alfredo Galán de forma "espontánea". "Estaba sentado frente a la televisión, se me ocurría y ya está...", comentó a los psiquiatras. Y es que Galán "ve normal" matar a alguien. A los peritos les ha llamado la atención que dejase de matar voluntariamente, porque tal actitud, sostienen, no encaja dentro de la personalidad psicopática de asesino en serie.

Tras matar a sus víctimas, no sentía remordimientos, "ni ningún freno interior" que cohibiese sus acciones. La única vez que sintió "cierta inseguridad" fue, según contó a los psiquiatras, "una vez que viajaba en el metro y junto a mí había dos personas que se pusieron a hablar del asesino de la baraja". Según Galán, aquello le hizo meditar sobre "lo fácil que puede ser tener a alguien tan cerca que te puede quitar la vida sin tú saberlo... Todos podemos ser el asesino... Y es que no sabes con quién vas en el vagón".

Galán sabía que "matar estaba mal", pero él sentía "que quería hacerlo", y lo hacía por "afán de notoriedad". La televisión, los decorados, los delirios de grandeza en una persona que se aislaba de los demás y que jamás ha tenido "amigos íntimos", eran sus objetivos vitales. Lo que más le sorprendió, y en el fondo le agradó, fue la trascendencia pública que adquirieron sus acciones. Durante una de las entrevistas, los peritos le instan a que él mismo escriba su propia autobiografía. Abiertamente no se niega a ello, pero suelta un "lo pensaré", describen los expertos. Luego despeja el motivo de tales dudas: "No me fío de quién vaya a leerla, y por eso", explicó, "quiero ser yo quien gane dinero con ella".

Galán cuenta a los peritos que no sentía miedo de que la policía le detuviese, aunque, dentro de sus "delirios de grandeza" le molestaba la "ineficacia policial", pese "a las pistas que tenían". La decisión de entregarse "fue personal y rápida", contó a los psiquiatras, pero no fruto de una embriaguez. "Eso lo dijo mi hermano para ayudarme", señaló.

Los peritos han observado rasgos paranoides en la conducta de Galán: "Otorga especial importancia a la independencia, basada en el dominio y humillación de los demás. Su aire general es de indolencia e imperturbabilidad, salvo cuando se hace mella en su confianza narcisista, en cuyo caso puede exhibir rabia, vergüenza o vacío".

Alfredo Galán, el 4 de julio de 2003, a la salida de una comisaría de Puertollano.
Alfredo Galán, el 4 de julio de 2003, a la salida de una comisaría de Puertollano.EFE

Trabajó debajo de su propio 'retrato robot'

Los psiquiatras que han examinado a Alfredo Galán, presunto asesino del naipe, afirman que la conducta de este tipo de criminales puede pasar inadvertida "en el puesto de trabajo e, incluso, para la familia". Galán es el cuarto hijo de una familia de cinco vástagos en el que la madre falleció a una edad temprana.

Pero él, sin que nadie observe nada raro, es capaz de adaptarse a las circunstancias. Los peritos sólo han hallado en él un episodio relevante de trastorno mental. Galán fue cabo del Ejército, estuvo destacado en Bosnia, donde compró la pistola asesina, y más tarde su compañía intervino en las tareas de limpieza del chapapote en Galicia. Allí sufrió una crisis. Acudió a la limpiar chapapote "voluntario forzoso", según su testimonio, lo que le disgustó. Y es que Galán es una persona con un "interés nulo por las actividades sociales. Incluso puede sentir aversión hacia ellas".

La crisis se tradujo en actos de indisciplina y en causar daños a una automovilista. Un mando de su compañía le trajo personalmente a Madrid. Ingresó en el hospital Gómez Ulla, donde se le prescribió un tratamiento para el trastorno de ansiedad que había sufrido. Por entonces, Galán tenía pensado dejar el Ejército y convertirse en vigilante jurado.

En noviembre de 2002 franqueó una selección para ser vigilante de seguridad y comenzó a trabajar. "Su puesto de trabajo estaba justo debajo de un retrato robot suyo, con la paradoja de que era él mismo el encargado de buscar al asesino", cuentan los peritos judiciales.

La senda delictiva de Galán comenzó el 24 de enero, al matar al portero de un inmueble, y concluyó el 18 de marzo, cuando asesinó en Arganda del Rey a un matrimonio rumano. En ese momento estaba de baja médica por la crisis sufrida en Galicia.

Con esas muertes quería demostrar "lo fácil que es matar, lo fácil que es tener a un asesino al lado en un vagón del metro, lo impredecible y azarosos de la vida y la muerte...", concluyen los psiquiatras.

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