Te envidio, Beckham
Para dormir sigo un ritual, preparo la ropa del día siguiente, me cepillo los dientes, bebo agua y me enchufo mis auriculares para escuchar la SER. Pero ayer no pude conciliar el sueño: oí a un señor que decía que estaba harto de todo, que casi sentía odio por "el Beckham ése".
El tío es perfecto, guapo, millonario, con una mujer guapa, también millonaria, con mansiones por todo el mundo, coches... Es idolatrado por medio mundo femenino y el otro medio, futbolero. Entre salarios, fichas, primas y derechos de imagen junta más de 3.500 millones de las pesetas antiguas. Con una jornada de trabajo de dos horas gana lo que muchos ganamos en un año. En un sólo día de capricho, gasta lo que algunos no gastamos en diez vidas. Mientras: en Argentina, millones de niños se han visto obligados a dejar sus estudios para trabajar; 170 millones de niños pasan hambre en el mundo, de los cuales tres millones mueren cada año. El 85% de niños tucumanos padecen enfermedades infecciosas... Sí, soy un envidioso, llámenme demagogo si quieren. Envidio de unos pocos lo que salvaría a muchos. Pero lo peor no es eso, lo pero es pensar si yo sería mejor que Beckham si estuviera en su lugar y me asaltan serias dudas.
Yo sólo sé que fui a ver el Betis contra el Murcia, lo que me ha supuesto un gasto de setenta mil pesetas por el carné de socio tan sólo para ver a 25 tíos vestidos de niños pegando patadas a un balón y que como yo habrá treinta mil señores más que harán lo mismo en cada estadio. Gritaré hasta la extenuación, comeré pipas para aplacar nervios, saldré más o menos insatisfecho mientras sigo sin hacer nada por los que lo necesitan y haciendo y mucho para enriquecer a Beckham y compañía. Cuanto te envidio Beckham, porque tú tienes lo que les pertenece a otros. Aquí falla algo.
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