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Columna
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Pesimismo

Enrique Gil Calvo

La celebración de las bodas de plata de la Consti ha supuesto para mí un cambio de opinión, haciéndome pasar de la esperanza al desencanto. No es que durante estos 25 años me sintiera demasiado entusiasta, pues al fin y al cabo la naturaleza de nuestra cultura política tampoco permite hacerse ilusiones: esto es lo que hay. Pero sí me sentía optimista, pues la Consti parecía un acuerdo pragmático lo bastante amplio y abierto -flexible e incluyente- como para hacer viables las más distintas alternativas políticas. Pero algo ha debido cambiar, pues hoy me siento bastante decepcionado y escéptico.

Bien es verdad que esta frustración podría ser una deformación óptica, debida a mi propia perspectiva generacional. Da la casualidad que este año he cumplido varias bodas de plata a la vez. Ante todo celebré con mis compañeros el 25º aniversario de la primera promoción de Sociología. Luego cumplí 25 años como profesor universitario. Hace poco celebré las bodas de plata con mi mujer. Y ahora acaba de cumplirse el 25º aniversario de la Consti: todo en el lapso de un año. Puede ser una anécdota personal tan sólo, pero mis coetáneos están atravesando análogas experiencias biográficas, en lo que los sociólogos del ciclo vital denominan crisis de la mitad de la vida.

¿Es la crisis de los 50 la causa de la decepción con la Consti? Es posible que parte de nuestra frustración generacional se deba al necesario abandono de las esperanzas de juventud. Pero creo que además de eso hay razones objetivas que justifican nuestra decepción, haciéndonos temer que políticamente nos enfrentemos a una oportunidad perdida. El incumplimiento de las expectativas optimistas depositadas en la Constitución, que hemos alimentado estos 25 años sobre su potencialidad de futuro y su efectividad práctica, explican perfectamente nuestro actual pesimismo, que se ha dejado traslucir en el clima crepuscular que ha presidido los recientes fastos de la celebración.

¿A qué tipo de incumplimientos me refiero? Sin entrar en detalles técnicos que expongo en otra parte (revista Claves, número 137, noviembre de 2003), creo que pueden cifrarse en tres, fundamentalmente. Ante todo está la cuestión territorial, como es evidente. Hace 25 años creímos que la fundación del Estado de las autonomías permitiría resolver de una vez por todas la sempiterna lucha entre los nacionalismos central y periféricos. Pero no ha sido así, pues, una vez vencido el terrorismo que hasta ahora desfiguraba el planteamiento del problema, la cuestión de las nacionalidades regresa al primer plano del escenario, amenazando con hacer imposible nuestro futuro común. Carece de sentido discutir quién es el culpable: si quien dejó fuera al PNV de la ponencia constitucional, quien impidió la discusión del plan Ardanza en la Mesa de Ajuria Enea o quien firmó el Pacto de Lizarra para sofocar el espíritu de Ermua. Pues lo importante es que la Consti ya no parece un marco capaz de resolver la cuestión: ha dejado de ser la solución para convertirse en el problema -lo que aconseja su próxima reforma-.

El segundo factor de frustración es la baja calidad de la democracia alumbrada por la Consti. La clandestina conexión entre las tramas constructoras e inmobiliarias y la opaca financiación de los partidos políticos que controlan autonomías y ayuntamientos (artículo 148, CE) ha hecho que el nivel de impunidad con que se extiende la corrupción clientelar haya destruido la confianza de los ciudadanos en la clase política. Pero eso no es todo, pues todavía parece más grave el tercer factor de decepción, que es el abuso de poder del presidencialismo absoluto -sin separación de poderes ni rendición de cuentas- que la Consti hace posible. Inevitablemente, las mayorías absolutas degeneran en caudillismos arbitrarios, que instrumentan el poder judicial y mediático disponiéndolo a su servicio discrecional. Y así se incumple la principal función de toda Constitución, que es el control del poder para evitar que se extralimite: como sucedió con González y sucede con Aznar todavía más, sin que la Consti lo pueda evitar.

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