La división de los países del Magreb persiste en la cumbre de Túnez
Argelia y Marruecos no llegaron a reunirse para hablar del Sáhara
La primera cumbre de jefes de Estado y Gobierno del Grupo Cinco Más Cinco, que promueve el desarrollo de las relaciones entre las dos orillas del Mediterráneo occidental, concluyó ayer sin marcar ningún hito en la superación de las querellas que bloquean la integración del Magreb. No se produjo el esperado encuentro a solas de Mohamed VI y Abdelaziz Buteflika, jefes de Estado de los dos países, Marruecos y Argelia, que más contribuyen a ese bloqueo con sus posiciones sobre el Sáhara.
El mismo objetivo que se había marcado el presidente de Túnez, Zine el Abidine Ben Alí, de lograr un ambiente informal que propiciara las distensiones personales más que los acuerdos quedó frustrado, al faltar a la cena del viernes el monarca marroquí, que, como el presidente español, José María Aznar, limitó su participación a una breve intervención durante la sesión de apertura.
Mohamed VI aprovechó la ocasión para dejar meridianamente claro que no acepta más solución que un Sáhara marroquí, marcando tal distancia con sus vecinos que se cruzan apuestas sobre si la reunión de líderes de la Unión del Magreb Árabe convocada para la tercera semana de diciembre en Argel se celebrará o será cancelada como todas las convocadas en los últimos 14 años.
Así las cosas, los 10 países reunidos en la capital tunecina este fin de semana se concentraron en la aprobación de una declaración llena de buenas intenciones de cohesión regional y cooperación en todas las áreas. Los países europeos (Francia, España, Italia, Portugal y Malta) no incluyeron ninguna mención a la deficiente situación de los derechos humanos en la zona -un tema al que sólo el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, hizo referencia- ni los del Magreb (Marruecos, Argelia, Libia, Túnez y Mauritania) obtuvieron la promesa de una declaración de derechos y deberes de los inmigrantes de su región que deseaban.
Nada de esto pareció entusiasmar a Muammar el Gaddafi, que respondió con un distante mutismo a la petición general de que se incorpore a la cultura euromediterránea. El líder libio tampoco llegó a reunirse con el presidente francés, Jacques Chirac, que esperaba cerrar el contencioso sobre las víctimas del atentado contra el avión de la UTA. "Las relaciones con Libia son siempre complicadas", reconoció el francés con humor, tras recalcar ante la prensa el carácter "totalmente positivo" de una cumbre que ha promovido muy activamente. "El Sáhara no es un casus belli, en todo caso", añadió, para hacer ver que la situación tampoco es tan mala.
En este mismo punto insistió la ministra española de Exteriores, Ana Palacio, cuando afirmó que la voluntad de Mohamed VI de integración regional había quedado tan clara como su deseo de una "solución pacífica, dialogada, negociada dentro de la legalidad internacional" sobre el Sáhara. Palacio destacó, además, el compromiso de promover un código antiterrorista en el marco de la ONU, su interés por la nueva política de vecindad de la UE y la creación de un foro de inversiones entre los 10 miembros del grupo.
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