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EL ENREDO
Columna
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Barça-Madrid con retraso

Hace ya muchos años,

Ahora hay mucha discusión sobre si la hinchazón nacionalista se debe a que Aznar representa el papel de enemigo

un destacado dirigente de Convergència i Unió me alabó la sabiduría política que Jordi Pujol mostraba en las convocatorias electorales. "Si te fijas", me decía, "casi siempre coinciden una o dos semanas después de un Barça-Madrid. Eso para nosotros es magnífico. Si ganamos, nuestra gente se inflama y acude a votar en masa. Si perdemos, nuestra gente se venga en las urnas, votándonos. Lo peor es un partido anodino, porque entonces no nos queda más remedio que meternos con el árbitro, y eso para mí no es bueno, porque no me gusta mucho el fútbol, y a veces se me nota en las declaraciones". Desde entonces, siempre que se acercaba un año electoral, no podía dejar de imaginar a Jordi Pujol en su despacho, repasando en soledad el calendario futbolístico, Barça-Murcia, Betis-Barça, Barça-Rayo, Alavés-Barça, ¡Barça-Madrid, 10 de mayo; el 17, elecciones!

Esta vez, por apenas un mes, no pudo coincidir el Barça-Madrid con las elecciones. Ya se vio que los nacionalistas anduvieron algo faltos de enemigo durante la campaña. Un nacionalista sin enemigo es como un huevo frito sin sal. ¡Peor! Como un huevo frito sin huevo. ¡Lo bien que hubiera ido hace tres semanas un Barça tenaz y luchador frente a un Madrid soberbio, ultrapoderoso y galáctico! En CiU iban como locos buscando enemigos: Ibarra, Bono, Mayor Oreja... Ahora hay mucha discusión sobre si la hinchazón nacionalista se debe a que José María Aznar representa el papel de Enemigo, y así los nacionalistas se crecen, o bien se debe a que los socialistas no son suficientemente enemigos, y así los nacionalistas se crecen. Curiosamente, nadie contempla la hipótesis de que los nacionalistas tengan razón, que es lo que defiende Jordi Pujol: "Si el nacionalismo gana terreno es porque tenemos razón, no porque los demás hagan o dejen de hacer". Aquí el que no corre vuela.

Para ser justos, debe decirse que la política del enemigo no es exclusiva de los nacionalistas. El lunes salió por la tele un señor con bigote, y explicó que a nuestros soldados los mata un enemigo muy poderoso y muy tozudo, que nos persigue donde quiera que estemos. Es tan tozudo este enemigo, que incluso nos persigue cuando vamos a su país. También explicó que no debemos fiarnos de las palabras del enemigo cuando dice que somos su enemigo, y por último señaló que aquellos que no consideren enemigo al enemigo están haciendo el juego al enemigo.

(Por cierto, aquel Barça-Madrid de 1992 acabó en 1-1, anodino y sin pasión. Tras el partido, a través de la radio, escuché decir al político de la historia: "De Madrid nos han enviado un señor que ha venido a amargarnos con mucha inteligencia, mediante uno de esos arbitrajes que te perjudican sin que se note". Meritorio esfuerzo, pensé, aunque el eco de sus palabras fue escaso. Una semana después, CiU ganó con mayoría absoluta, y ERC creció considerablemente. En aquel tiempo remoto, Aznar no gobernaba, y los socialistas no presentaban ofertas catalanistas, así que los resultados no podían atribuirse ni a una cosa ni a otra... ni tampoco al Barça-Madrid. En todo caso, en España no había tantos enemigos, creo).

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