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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Qué celebramos?

En estos días de celebración del XXV aniversario de la Constitución (¡ay!, aquellos "XXV años de paz") no dejo de preguntarme: ¿de verdad tenemos que celebrarlo con tanto entusiasmo?

Cuando un partido domina los cuatro poderes, como en los tiempos de Franco (aquellos jefes locales, provinciales y nacional del Movimiento). Cuando se vuelve a modificar cosas tan serias como el Código Penal mediante cuasi decreto-ley, como en los tiempos de Franco. Cuando se reproducen continuos desprecios a las comunidades autónomas, aplastadas durante la dictadura franquista. Cuando el nivel de corrupción institucional alcanza cotas cada vez mayores (con negocios de ministros que no pueden investigarse, o compra de aviones oficiales con unos sobreprecios injustificados) como en pleno periodo franquista.

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Cuando volvemos a estar entregados al poder norteamericano, como en plena dictadura. Cuando se considera al adversario político como un ser despreciable, como el permanente contubernio judeo-masónico-marxista que tanto le gustaba a Franco. Cuando somos ninguneados por Europa al igual que en la etapa franquista. Cuando, en definitiva, nos encontramos en pleno periodo de recesión democrática, ¿tenemos que celebrar algo?

Sinceramente, el único grito que surge de mis entrañas es el de "España va mal". - Rafael Martín de Agar. Alcalá de Guadaira, Sevilla.

Lo fácil es abrir las puertas del Congreso y del Senado tres o cuatro días, darse un baño de visitantes y pronunciar hermosos discursos, pero por mucho que nos machaquen con la suerte que tenemos por gozar de una Constitución que este año cumple 25 añitos, ni todo pueden ser celebraciones, como si se tratase de uno de esos absurdos récords que se obtienen a fuerza de aguantar lo que sea, ni cabe ignorar un panorama que no es tan idílico como nos lo pintan; y menos aún tras el resultado de las últimas elecciones catalanas.

Desde su propia gestación, la Constitución arrastra la lacra de la ambivalencia de algunos de sus postulados fundamentales, tan excesivamente flexibles que han resultado ser un peligroso experimento con el champán de la unidad nacional. Como ejemplo basta citar la inclusión del término "nacionalidades", introducido con vaselina en el artículo 2 para contentar en su momento a un grupo político minoritario que, insatisfechos con tan generosa concesión, han convertido sus insaciables reivindicaciones en escuela de odios y arma arrojadiza frente al resto de españoles.

Nuestra remoderna y superlaica sociedad occidental, tan beligerante y ridiculizadora con los principios religiosos, instaura firmemente sus propios dogmas políticos, y así, y por poner sólo dos ejemplos, nada resulta hoy más dogmático que el principio de igualdad ante la ley establecido en el artículo 14, o ese otro del 139.2: "Todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado". Que sigan los festejos y los ditirambos, pero si los denominados partidos constitucionalistas no son capaces de dejar sus mezquinos enfrentamientos a un lado y mirar por encima de sus intereses, cualquier año nos encontraremos que estamos celebrando el aniversario de una ley que no supo combatir el suicidio de una nación.- Miguel Ángel Loma Pérez.

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