Accidentes laborales

"Negras togas negras, despacháis en un segundo la inmensa vida de un hombre". Hablar de justicia en España causa sonrojo. Desde que se inventó la cantinela "libre valoración de la prueba", que es el santuario de la iniquidad, un año tras otro se va empeorando la situación para los débiles. El esperpento recorre los juzgados. ¿Quiénes son los jueces? Una casta especial, intocable, cuyos poderes y sabiduría emanan del cielo, perdón, del dinero. Van a los juzgados cuando les da la gana, los nombra el CGPJ a través de las cuotas de los partidos, los portavoces de este consejo anticipan lo que es o no legal. No pueden ser degradados por cometer actividad delictiva. Jueces y magistrados que intervienen por activa y pasiva en los procedimientos, y que son familiares o tienen intereses.

Las desvergüenzas que se están conociendo estos días sobre los accidentes de trabajo son sólo el 1% de lo que realmente ocurre. Aquí en Jaén, sin irnos más lejos, todos los días suceden casos similares: Muerte de dos trabajadores y recaer la culpa sobre ellos; pérdida de la mano de un aprendiz de 17 años, ídem; muerte de un trabajador por una explosión, ídem, y así hasta, al menos, 118 casos más. Pero los jueces no están solos en esta masacre, se ayudan de las mutuas con una legión de detectives y médicos falsos; se ayudan del INSS con unos funcionarios analfabetos y de obediencia debida; de unos fiscales que sólo saben pedir condenas para los chorizos de barrio; de unos sindicatos que firman convenios que son una porquería, y, sobre todo, se ayudan de que la justicia en España, siempre bien adornada con los oropeles de democracia y constitucional, es, desde 1939, un gran Guantánamo, donde nunca se le han pedido responsabilidades a los gobernantes ni a los jueces. Vayan ustedes a preguntárselo a los trabajadores de Antena 3 o a los de Egmasa, en Jaén.