La oscura terminal de Av. América
La terminal de autobuses subterránea de la avenida de América es un lugar oscuro, de ambiente denso y olor a tubo de escape. Todas las mañanas, miles de personas forman cola para coger una de las tres líneas que llegan hasta Alcalá de Henares. Entre las siete y las nueve de la mañana, 3.890 pasajeros toman el número 223 para hacer este trayecto de 30 kilómetros en ambos sentidos.
El viaje de ida (Madrid-Alcalá) va cargado de estudiantes; muchos de ellos no han podido coger el autobús 227, que llega directamente a la universidad. Tardan 45 minutos. El regreso tampoco lleva mucho más tiempo, y los viajeros del 223 emplean 55 minutos hasta desembarcar en la avenida de América. Apenas encuentran atascos en este recorrido lineal, sólo amenizado por los gritos de un toxicómano: "¡Vámonos ya, que tenemos que trabajar!".
Son 19.750 las personas que viajan cada día desde Alcalá a Madrid en las tres líneas de autobuses, y todos los días, sea la hora que sea, se encuentran con esta terminal de luces halógenas, estrechas galerías y atmósfera futurista.
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