Jesuli desarma al Sevilla
El Celta sorprende al conjunto de Caparrós en un choque aburrido sin otro aliciente que el resultado
Los sistemas pueden ser desde cimientos a garabatos voluntaristas o, incluso, cárceles de lo individual. El sistema del Sevilla fue ayer un penal para los futbolistas que defendieron su escudo. Sin embargo, para el Celta, la idea primigenia, la que se explica en el primer entrenamiento del técnico de turno, funcionó. El equipo gallego venía en cuadro, con un plantel de circunstancias y un alto grado de improvisación. La necesidad llevó al orden (los cambios obligaban a buscar un referente, el que fuera) y el Celta jugó un fútbol reconocible hasta que metió un gol. Además, ese tanto le sirvió para ganar, lo que para algunos puede justificar lo cicatero del resto de su actuación sobre el césped.
SEVILLA 0 - CELTA 1
Sevilla: Esteban; Njegus (Gallardo, m. 46), Pablo Alfaro, Javi Navarro, David; Redondo (Hornos, m. 67), Casquero (Baptista, m. 46), Martí, Reyes; Darío Silva y Antoñito.
Celta: Cavallero; Angel, Cáceres, Berizzo, Sylvinho; Luccin, José Ignacio (Milosevic, m. 74); Gustavo López (Sergio, m. 59), Jesuli, Juanfran; y Catanha (Giovanella, m. 64).
Gol: 0-1, M. 34. Jesuli, a centro de Catanha.
Árbitro: Turienzo. Amonestó a Sylvinho, Giovanella, Lotina, Cavallero, Milosevic, Njegus Gallardo y expulsó a Berizzo (m. 57) por doble amonestación, y a Hornos (m. 90) por roja directa.
Unos 35.000 espectadores en el Sánchez Pizjuán.
El Sevilla se ciñó al esquema de Caparrós, diseñado para otras necesidades y otros jugadores, que ahora convierte al conjunto en un cúmulo de piedras en vez de la roca que se acostumbró a ser. Capaz de la velocidad y la creación en la punta y de todo lo contrario en su alma. La nunca bien explicada ausencia de Torrado ha diluido la capacidad de fútbol del equipo andaluz. Ya no le vale jugar como se dibuja en una pizarra. A pesar de Reyes y el momento de forma de Antoñito, el Sevilla no vale un duro si no se conjura, como sólo se puede hacer de vez en cuando y como lo hizo ante el Madrid.
El Celta venía de hacer historia entre silbidos en la Liga de Campeones, con una alineación insólita: Catanha de ariete y Gustavo López de Mostovoi. Empezó el partido mandando y demostrando que en el Sevilla hay músculo, y del bueno, pero ni un gramo de sustancia gris. Si no es a la tremenda, no se reconoce.
Jesuli hizo de Caín y desarmó la estructura sevillista con el fútbol que aprendió precisamente en ese club. Imaginación. Al cuarto de hora, falló un gol tras una jugada con más de una decena de pases. Poco después de la media hora de juego, metió un gol gracias a la única jugada inteligente de Catanha en todo el partido. El delantero brasileño eligió cabecear hacia atrás y, así, dejó un pase impecable para Jesuli, que hizo su trabajo y marcó. Y se acabó el partido.
Lotina se creyó que podía ganar y lo hizo. El camino escogido por el técnico no tenía nada que ver con el fútbol que se le supone a su equipo, pero es difícil que alguien le reproche nada tras la semana vivida en su club, tras los borbotones de ego de Mostovoi y el fracaso de no ser capaz de noquear al Brujas. Tres puntos y, en definitiva, esto es fútbol profesional.
Caparrós cambió totalmente su banda derecha y no consiguió nada. Lo que falla está en la cabeza, en la zona donde se enhebran las jugadas y la entrada de Baptista y Gallardo tras el descanso fue huera. Martí corre y se gana con sudorina los aplausos de los sevillistas, pero no se inventa terrenos ni espacios. Casquero juega a la defensiva, como consciente de que algo va mal, de que algo no es como debería de ser, y ralentiza la conducción del balón hasta hacerla inofensiva. El intermitente Reyes, Antoñito y Darío Silva intentan hacer otra cosa y la hacen cuando el balón llega a su territorio. Pero no hay ligazón entre las líneas y el Sevilla tan sólo tiene sentido desde la disciplina.
Lotina palpó la situación de sus otrora rocoso contrincante y decidió que lo mejor era dejar de jugar al fútbol. Quitó a Gustavo López al comienzo de la segunda mitad y se encomendó a que un contraataque acabara con el Sevilla. Estuvo a punto de lograrlo gracias a la astucia de Milosevic en el minuto 75, pero no hizo falta. Casi todo estaba dicho desde el pitido inicial. La falta de imaginación marcó un partido sin lustre.
Los especialistas también tienen su parte de culpa. Hornos, capaz de autoinculparse días atrás por su mal juego, se expulsó tras pegarle varias y absurdas bofetadas a Cavallero por retener la pelota antes de un saque de portería. Reyes se despegó de su equipo, a la espera de un ayer imposible detalle de calidad que le dejara en ventaja y Darío Silva sigue perdido en el mismo bosque en el que está desde que llegó a la capital andaluza.
Jesuli sí que intentó hacer su fútbol. Esas acciones que no pueden dibujar los entrenadores en la pizarra. Gustavo López también lo hizo bien en su coyuntural papel, hasta que Lotina le sustituyó por un central. Aunque nadie pudo salirse totalmente de unos esquemas rígidos, en ocasiones ventajistas y ajenos a los jugadores que sirven para ganar o perder partidos, pero apuñalan el buen gusto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.