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A clase, pero ¿cómo?

La población escolar inmigrante esta creciendo durante los dos últimos años en Euskadi en una tasa superior al 40% anual. Hay una tendencia a la concentración del alumnado inmigrante en unos pocos centros: concretamente, el 50% de la población estudiante inmigrante se concentra en 72 colegios, que suponen el 8,7% de los que hay. Pero llama la atención que, de estos centros, la red pública (con 4.016 alumnos) casi triplica a la red privada (con 1.399 alumnos) en el número de estudiantes emigrantes que escolariza.

Y no sólo eso, sino que esta concentración se está dando en centros con un alto porcentaje de alumnado en situación social desfavorecida y en situaciones o riesgo flagrante de exclusión social. Nos encontramos ante una nueva realidad: nuevas culturas se mezclan y conviven en las escuelas. Pero también se mezclan diferentes niveles y modelos educativos. Por tanto, desde diferentes ámbitos, como la escuela, las delegaciones territoriales de Educación, asociaciones y agentes de la educación no formal, hemos de apresurarnos en ofrecer nuevas respuestas.

El profesorado y la propia escuela son los que se enfrentan en primer lugar a este reto, y, más concretamente, los centros escolares del modelo A (toda la enseñanza en castellano), que es donde la mayoría de estos niños son matriculados. Y son matriculados en estos centros ni más ni menos que por el idioma. Porque todavía en Euskal Herria se considera que aprender euskara es algo muy difícil, y mucho más para estos chavales, ya que algunos no conocen ni el castellano. Pero si tenemos en cuenta que la mayoría de ellos son latinoamericanos y la facilidad de los procesos cognitivos y de aprendizaje en la fase primaria de socialización, esta realidad ya cambia, pues estos alumnos sí vienen con un conocimiento del idioma. Por tanto, para que no se dé la guetización indicada, a nuestro entender lo primero sería el hacer una redistribución del alumnado inmigrante por zonas de residencia, y no por el criterio del modelo educativo. Es más, desde nuestro punto de vista se debería de potenciar la matriculación de estos niños tanto en el modelo B (castellano-euskara) o incluso en el modelo D (euskara), para que el idioma deje de ser una dificultad añadida hacia una integración social real.

En esta dirección se encaminan parte de las respuestas que necesitamos para la integración y para que se pueda hablar de una verdadera interculturalidad, tal como puede ser el Plan de Acogida al alumnado. Incluso en algunas escuelas se están poniendo en marcha experiencias nuevas a nivel intercultural. Pero antes de programar planes dirigidos a la inclusión de líneas curriculares que promuevan la igualdad y un verdadero respeto y convivencia entre las diferentes razas y culturas que cohabitan en el entorno escolar, lúdico o en los espacios asociativos o formativos, se precisan estrategias para deshacer prejuicios y estereotipos asentados en el lenguaje y los comportamientos y actitudes de la cultura dominante.

Desde el Consejo de la Juventud de Euskadi-EGK creemos que estas medidas tendentes a la creación de nuevas fórmulas para la inclusión de nuevas etnias, razas y/o religiones deben ser permanentes. Y, a su vez, deberían incrementarse, ya que abogamos por una educación en valores basada en la interculturalidad, entendida esta no sólo como respeto, sino como la cohabitación, entendimiento y cooperación entre las diferentes razas, etnias y religiones. Además, proponemos que en nuestros barrios debería existir una cooperación directa entre los centros escolares y las asociaciones que trabajan la interculturalidad. Está relación sería un activo fundamental para la integración de todos los jóvenes, sean o no inmigrantes.

Oihane Mendi Markuegi es técnica del Área Intercultural del Consejo de la Juventud de Euskadi CJE-EGK

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