Nueva política informativa
Josep Torrent, director de estas páginas para la Comunidad Valenciana, publicaba el domingo último una extensa y matizada información acerca de la innegable confrontación entre una parte del Consell y el actual ministro Portavoz del Gobierno, Eduardo Zaplana, así como entre sus respectivas huestes. Que se quiera minimizar e incluso secuestrar la realidad responde a la lógica e interés del PP, que ningún dividendo electoral ha de obtener de la aludida brega, sino todo lo contrario. La escenificación de la concordia efectuada en el Club de Encuentro el lunes pasado no ha sido más que el certificado de la beligerancia y, acaso, la suscripción tácita de una tregua provisional o definitiva, que eso ya se verá después de los comicios de marzo. No hay razones, sin embargo, para creer que a partir de ese instante las diferencias se condensen en un holocausto político.
Pero no vamos a insistir en un episodio acerca del cual ya se ha dicho casi todo y que viene prolongándose desde el día siguiente a que el presidente Francisco Camps tomara posesión del cargo. Sí queremos glosar, sin embargo, una opinión sin duda cualificada que se recoge en la información arriba citada y que diagnostica el enfrentamiento como "un intento mediático que se alimenta desde el Consell para que Eduardo Zaplana desaparezca de la Comunidad Valenciana". Ante lo cual no podemos sino decir aquello de vaya por Dios, siempre ha de haber alguien que pague los vidrios rotos.
No negaremos la función desestabilizadora que en ocasiones ejercen algunos medios informativos indígenas, e incluso el "odio africano" que practican determinados periodistas, según otra fuente popular. Es una connotación muy propia del universo mediático valenciano, con las debidas excepciones, y cuyo virus hay que rastrearlo en el condicionamiento perverso a que fueron sometidos, cuando no en las connivencias concertadas con el poder político desde los albores de la democracia. Esta opresión o idilio se proyecta todavía en la decantación de ciertos órganos informativos, en la merma de su independencia y en la crispación que a menudo restalla. Es una peculiaridad de la afamada vía valenciana hacia no se sabe dónde.
Pero, dicho esto, es justo añadir que, por lo que nos consta, este Consell ha querido sesgar tal inercia y dejar que la Prensa diga su palabra sin interferir ni replicar sus pareceres. Es la mejor receta para desactivar el tono y el odio, con frecuencia exacerbado por la presión del gobernante de turno, o por el arbitrismo en los premios y castigos publicitarios a tenor del grado de obsecuencia. Es muy probable que el desencuentro que aflige a la cima dirigente del PP tenga su origen en esta "praxis" informativa y liberal que deja malparada la que venía rigiendo. No ha de extrañarnos que el "zaplanismo" se haya apresurado a conservar el pleno y férreo control de los medios de titularidad pública, alentando la embestida de los privados que se nutren de su amparo económico.
Ignoro si esta neutralidad postulada por el Consell es una excepción pasajera que se desvanecerá ante la tentación de caer en las roderas de la manipulación. Pero, por el momento, nadie puede cuestionarla. Y si hay alguien, que tire de la manta y señale con el dedo.
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