Té rojo, norma clara
Dice Ramón Pérez de Ayala (Oviedo, 1882-Madrid, 1962) que en Estados Unidos las leyes se cumplen. Y punto. Lo dice en 1920. Todo el resto de su vivaz crónica titulada El país del futuro. Mis viajes a los Estados Unidos (Madrid, Biblioteca Nueva, 1959) es un "elogio" al cinismo americano. Los senadores y diputados que habían votado la ley seca disponían de grandes bodegas con las que hacer frente a la ley.
No había restricciones de alcohol en sus banquetes. Y si se deseaba vino con la comida en el restaurante habitual, no tenía sino que pedirse "té rojo de Burdeos", que uno se lo tomaba, claro, en jícaras de porcelana fina. Todo muy sutil: usted no toma whisky en mi presencia, es la ley seca; lo puede hacer, sin armar mucho ruido, en tazones de leche, pongamos. Todo muy turbio, la verdad. Pero ya era la ley.
Otra cosa es hoy, a la altura del 2003. Si se salta usted un semáforo en EE UU y le para la guardia estatal (o del condado), no se le ocurra no pagar la multa correspondiente cuando le llegue, que le incautarán hasta el televisor (objeto más preciado) si intenta eludirla. Si evita la ley, será delincuente, y rondará usted la marginalidad.
Es ya tiempo de que las cosas sean claras para nosotros. Creo. Las cosas, lo tangible, lo va siendo (estamos perdiendo pie, y eso es malo). Pero en lo que toca a la cosa pública no tanto. Todo tiende a enturbiarse si no se emplean palabras que digan lo que quiere decir. "Economía" es eso y no cabriolas estadísticas; "sentimientos" es una expresión que hace vibrar el alma, y se debe respetar. Ocurrió también en Canadá-Québec en su día.
Está estos días entre nosotros Stéphane Dion, nacionalista quebequés y ministro de Asuntos Intergubernamentales de Canadá. Sus argumentos dan que pensar. (Véase EL PAÍS, 25 de noviembre de 2003 y Domingo-EL PAÍS, 6 de julio de 2003). Él fue uno de los autores de la Ley de la Claridad. Nacionalista quebequés, liberal y solidario (humanista y nacionalista).
Algo de esto necesitaríamos aquí. Si yo fuera nacionalista, ¿cuánto me costaría la secesión en mi nivel de vida?, ¿qué parte de mí estaría rechazando al otro, en qué medida sería xenófobo?, ¿tendría a mi vecino por extranjero? ¿Promovería un Estado alternativo para excluir a ese otro? No, no creo.
Me interesa una Ley de la Claridad, como en Canadá, para Euskadi y para España. Porque me coloca ante los hechos brutos, los hechos reales. ¿Reforma del Estatuto? ¿Crear un nuevo Estado en Europa? Que me lo pregunten con claridad. Y yo me hago cuentas y echo mano de mis sentimientos.
Stéphane Dion, nacionalista quebequés, nacionalista y humanista, nos sitúa frente a nuestras miserias. (Debiéramos tomar buena nota). Ni se es antiliberal por ser nacionalista, ni liberal por estar contra todo ello. Me da que hay mucho nacionalista español tras tanto anti-nacionalismo vasco. Y mucho anti-patriotismo entre tanto nacionalista vasco. Yo, por si acaso, me proclamo amigo de mis vecinos.
Ibarretxe, sin saberlo, ha fomentado las comunidades de vecinos y otros intereses. Las leyes se cumplen, y punto, dicen en Estado Unidos. ¿Y aquí?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.