_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lusitania Interior

Al final del sueño el mapa de España era irreconocible. Un muñón absurdo, un dibujo raro. Y lo primero que vi era que Euskal Herria se había separado del resto de la nación y que sus fronteras incluían no sólo a Navarra y al País Vasco francés, sino también a Cantabria, la Rioja y el norte de Burgos, arcaicos solares de la etnia. El condado de Treviño, sin embargo, continuaba siendo misteriosamente castellano.

En el otro foco irredento, un gran país mediterráneo lucía con un esplendor jamás visto. Cataluña, las Islas Baleares y la Comunidad Valenciana eran un solo estado federal, y a él se habían asociado libremente el Rosellón al norte, Murcia al sur, Cerdeña al oriente y el vasto Aragón a poniente. La capital de esta república, a la que también estaba extrañamente adscrita la ciudad de Melilla, era la montañosa y gótica Morella, detalle que me emocionó mucho, sueño arriba.

La cartografía guardaba más sorpresas, algunas cantadas, como que Canarias era un nuevo estado libre de África. Andalucía, por su parte, se había reunificado con Marruecos y con la ciudad de Ceuta. De este modo las pateras unían tierras compatriotas. ¿Y qué quedaba del viejo territorio hispánico? Las dos Castillas nada más, y Extremadura, puesto que Madrid -y aquí estaba el mayor acontecimiento del mapa- tampoco formaba parte de España, pues en atención al Real Madrid, se había confederado con Italia e Inglaterra para crear así la liga de fútbol más prodigiosa que vieron los tiempos: el Manchester, el Milan, Beckham, etc. Por último, y al noroeste, Galicia y su vecina Asturias -ésta muy olvidadiza de doña Letizia- formaban una teocracia céltica regida por el arzobispo de Compostela, siendo su primer ministro Apostolos Mangouras, el capitán del Prestige.

El sueño caminaba a su resolución. El muñón también. Y poco antes de despertar, las dos Castillas y Extremadura, únicos reductos de lo que fuera España, apremiadas por no tener salida al mar, aceptaban la propuesta de Portugal, país hermano y unido, y se incorporaban a la república atlántica bajo el nombre de Lusitania Interior.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_