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Reportaje:CRÓNICA EN VERDE

Mirar sin molestar

Una nueva norma, de ámbito nacional, regulará el avistamiento de cetáceos

El archipiélago canario se ha convertido, a escala planetaria, en una de las zonas más frecuentadas por los aficionados al whale whatching, esto es, al avistamiento de cetáceos en su medio natural. Aunque durante 1998 llegaron a participar en este tipo de actividades cerca de un millón de personas, hoy la cifra parece haberse estabilizado en torno a las 750.000 personas por año. El negocio mueve en las islas no menos de 15 millones de euros por temporada.

Pero a punto estuvieron los canarios de acabar con esta gallina de los huevos de oro. A mediados de los años noventa docenas de empresas se lanzaron a ofertar estas excursiones marinas, ocasionando verdaderos problemas de saturación en algunas zonas. Así las cosas, a finales de 1995 el Gobierno canario dictó un decreto que regulaba este tipo de actividades. Cualquier iniciativa relacionada con el avistamiento de cetáceos debe contar desde entonces con una autorización de la viceconsejería de Medio Ambiente.

Según la regulación canaria, las embarcaciones que se usen para estos fines están obligadas a llevar a bordo un monitor-guía especializado, entre cuyas misiones está la de velar por el cumplimiento del código de conducta que establece el propio decreto. Un código que fija distancias mínimas de seguridad, procedimientos para maniobrar en la cercanía de los animales o prohibiciones expresas referidas a la persecución y acoso de los mismos.

Mientras que todo esto ocurría en el archipiélago canario, este tipo de actividades comenzó también a proliferar en las costas mediterráneas, y en particular en el entorno del estrecho de Gibraltar. Ocho empresas, con un total de 14 barcos, operan ya desde distintas localidades de Cádiz y Málaga, además del municipio murciano de Mazarrón.

Las condiciones no son tan favorables como las que se dan en Canarias, ya que en las costas andaluzas la temporada de avistamientos es más corta y el estado de la mar impide con cierta frecuencia la salida de los barcos, pero, aún así, el pasado año unas 30.000 personas participaron en alguna de estas excursiones. Al ser una zona de transición entre las aguas mediterráneas y atlánticas abundan tanto las especies residentes como las migradoras, y no es difícil contemplar a rorcuales, cachalotes, orcas, calderones o delfines.

Al no existir en este caso regulación alguna dictada por la Junta de Andalucía, más allá de la protección que brinda la ley a los mamíferos marinos, los propios titulares de algunas de estas empresas decidieron someterse voluntariamente a un código de conducta que, en términos generales, contempla parecidas precauciones que las que se aplican en Canarias.

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En pocos meses, sin embargo, éstas y otras empresas similares, ubicadas en cualquier punto del litoral español, tendrán que someterse a una norma de ámbito estatal que, a propuesta del Ministerio de Medio Ambiente, ya se está debatiendo en el seno de la Comisión Nacional de Protección de la Naturaleza y que se dictará en forma de Real Decreto.

El principal instrumento de protección que incorporará la nueva norma es el denominado "espacio móvil de protección de cetáceos", un cilindro imaginario de 500 metros de radio cuya zona central estará delimitada por los propios cetáceos y dentro del cual será obligatorio atender a una serie de reglas de comportamiento que hagan posible la observación de los animales sin causarles molestias o daños.

Dentro de este espacio se delimita una zona de exclusión de 60 metros de radio, de manera que nunca se podrá estar a menos de esta distancia de los animales. Si el movimiento de los animales provocara la reducción de este límite las embarcaciones estarán obligadas a apagar el motor o bien a no ponerlo en marcha hasta que los cetáceos se alejen. Si los que se aproximan son delfines, la embarcación podrá seguir navegando siempre que mantenga la velocidad y el rumbo.

Con una radio de 300 metros se dibuja la "zona de permanencia restringida", en donde las embarcaciones podrán operar respetando ciertas cautelas. Por ejemplo, deberán tener apagados el sonar y la sonda, no podrán dar marcha atrás (excepto en caso de emergencia), no podrán navegar en círculo en torno a los cetáceos, deberán evitar los movimientos bruscos así como los sonidos fuertes o estridentes, y navegarán siempre a velocidad constante y con una trayectoria paralela a los animales.

Por último, dentro de este cilindro imaginario quedará prohibido arrojar alimentos, basuras o cualquier tipo de residuo. Tampoco podrán emitirse sonidos bajo el agua para intentar atraer o alejar a los animales, y los participantes en las excursiones no recibirán en ningún caso autorización para bañarse o bucear en este perímetro protegido.

Por mar y aire

La nueva norma que prepara el Ministerio de Medio Ambiente no sólo atiende a la forma en que actualmente operan las empresas dedicadas al avistamiento de cetáceos, que sólo emplean para sus excursiones embarcaciones de distinto tipo. Si se habla de un espacio de protección en forma de cilindro imaginario, y no de circunferencia, es porque las restricciones se aplicarán también bajo el agua y en el espacio aéreo situado sobre los animales, en previsión de que llegaran a utilizarse fórmulas de avistamiento más sofisticadas.

De esta manera no podrá usarse ningún vehículo a menos de 60 metros por debajo del nivel de mar en el punto en que se encuentren los cetáceos, ni a una distancia inferior a los 500 metros por encima de éstos.

Diversos estudios, precisa el ministerio en una nota informativa, "demuestran que las actividades de observación alteran los patrones de conducta de los cetáceos por el continúo estrés al que están sometidos debido al trasiego de embarcaciones y la persecución a la que se les somete en numerosas ocasiones". La contaminación acústica, originada por los motores y los sistemas de sonar, también afecta a estos animales, dañando su sensible sistema auditivo e interfiriendo en la rica comunicación que mantienen entre ellos y que, en algunos casos, es vital para la supervivencia de las familias y grupos.

Al margen de la regulación de estas actividades turísticas, y en lo que se refiere a la protección de los mamíferos marinos que transitan por las costas, diversos colectivos, como Ecologistas en Acción o la Sociedad Española de Cetáceos, reclaman el establecimiento de planes de gestión que sirvan para ordenar las operaciones de la flota pesquera y el intenso tráfico marítimo.

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