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Columna
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Nombres

Como máxima prueba de que las grandes marcas se han adentrado en nuestras vidas, los norteamericanos han empezado a llamar a sus hijos con el nombre de las más famosas. La tendencia, según el profesor de psicología Cleveland Evans, que ha seguido la evolución de los nombres desde hace 25 años, comenzó en 2000 y sigue creciendo actualmente. Por ejemplo, ha localizado a 49 niños con el nombre de Canon y casi 300 chicas llamadas Armani. En algunos supuestos, la elección está inspirada en las firmas reconocidas sin más, pero también, como en el caso de los seis muchachos llamados Courvoisier, interviene un gusto especialmente personalizado. En cuanto a coches, ¿cómo esperar que un objeto así quedara fuera de los bautizos? Hasta hace un par de semanas, el profesor Evans había censado un total de 22 mujeres con el nombre de Infiniti (el modelo de la gama superior de Nissan), 55 chicos respondiendo al apelativo de Chevy (la contracción popular de Chevrolet) y cinco niñas llamadas Celica, de Toyota. La lista es laxa y comprende desde Timberland, Chanel, L'Oréal y Kellog's hasta la cadena de deportes ESPN, que ha servido para que dos bebés, uno en Michigan y otro en Tejas, encarnaran la obsesión paterna por el béisbol. Hay muchos otros protagonistas emergentes sin registrar, pero nadie duda de que está gestándose una difusión imparable. A fin de cuentas, los signos más importantes de nuestro tiempo proceden de esas macrofuentes de ideología y poder planetarios. Si en otro tiempo se obtenían los nombres de la ciudadanía de la naturaleza y el santoral, ahora, en la economía global convertida en aparente, nueva y fatal naturaleza, el surtido brota de las multinacionales. Acaso no seamos todavía, en cuanto individuos, marcas plenas, pero ya nos tratan y nos comportamos como si lo fuéramos. El nombre y apellidos de cada uno son como logos de diferente valor antes que locuciones fijas. De esta manera puede comprobarse que la condición del actual capitalismo de ficción no es cualquier cosa. Se trataría de un sistema tan decisivo en presencia y acción que intercambia en su seno al bien y al mal, al objeto y al sujeto, al provecho y a la crueldad; en el nombre general del padre, del hijo y del espíritu.

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