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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Le hace la autocrítica

Esperanza Aguirre, la primera mujer elegida presidenta de una comunidad autónoma, guardaba una sorpresa para su investidura: la propuesta de rebaja del impuesto de la renta (IRPF) en su tramo autonómico. Fue un buen golpe de efecto, sobre todo para su antecesor y actual alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, que acaba de subir varios tributos y tasas. Como son del mismo partido, bien puede decirse que Aguirre le hizo la autocrítica al alcalde.

El 30% de la recaudación del IRPF se destina a la Hacienda de cada autonomía, y el resto, a la central del Estado. Siempre se había pensado que la posibilidad teórica de modificar la tarifa correspondiente al tramo autonómico lo sería para aumentarla. Aguirre la utiliza para lo contrario, estableciendo un precedente llamativo. Sólo la experiencia permitirá valorar si se trata de una medida razonable o de un gesto demagógico. De momento cabe recordar que el PP ha compaginado rebajas del impuesto sobre la renta con aumentos de los indirectos, de forma que la presión fiscal global ha aumentado desde que gobierna Aznar en tres puntos, y que la medida es indisimulablemente contradictoria con la adoptada por el Ayuntamiento de Madrid capital, en la que viven dos terceras partes de los contribuyentes de la Comunidad de Madrid.

Esa contradicción podría ser un síntoma de las dificultades de la nueva cohabitación ahora inaugurada. Gallardón sigue siendo Gallardón, aunque haya cambiado de destino, pero Aguirre no es Álvarez del Manzano. La nueva presidenta ha presentado un plan de corte liberal en materia de fiscalidad, servicios públicos y vivienda, completado con una oferta de incremento de la presencia policial en la calle como respuesta al incremento de la inseguridad. Habrá que ver si los 300 millones menos de recaudación por la vía del IRPF son compatibles con ese programa. También planteó acabar con la telebasura y la manipulación informativa en el canal autonómico, lo que puede interpretarse como otra autocrítica a su antecesor.

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Las circunstancias singulares de la elección de Aguirre, tras unos comicios repetidos que modificaron el signo de la mayoría, aconsejan una gestión especialmente receptiva a la colaboración con la oposición. Ello habrá de manifestarse no sólo con una actitud dialogante, como prometió ayer la nueva presidenta, sino en una política de nombramientos no sectaria: que prime la competencia por encima de la fidelidad partidista.

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