Mi Huelva tendrá una ría

Anoche tuve un sueño. Soñé con una ciudad pequeña, sureña, rodeada de cabezos y cercana a un río. La ciudad estaba cubierta de humos. Soñé con ciudadanos que tosían y enfermaban, y se quejaban, pero vivían resignados entre las balsas de fosfoyesos y el azufre.

Soñé que un día comenzaron a ver un atisbo de esperanza a tanta injusticia, empezaron a protestar y a pensar que la unión hace la fuerza, y que ellos también tenían sus derechos, y que el derecho a la salud es muy importante; y comenzaron a poner límites. Soñé que ya no iban a poder manipularles tan fácilmente y que no les iban a poder engañar con argumentos de tres al cuarto porque tenían claras sus ideas y estaban hartos, muy hartos.

Soñé que una tarde, inducidos por unos pocos valientes, que pusieron su semillita y germinó, salieron a la calle, y no eran dos ni 200; eran miles: hombres y mujeres, niños, abuelas con sus nietos, hijos con sus padres, choqueros, onubenses, que todos a una decían con su presencia que ya basta, que no nos fastidien más, que no nos ignoren, que no nos vendan lo invendible, que ya nos han envenenado bastante, que ya nos han destruido bastantes cosas, que "mi Huelva tenía una ría" y nos la robaron, que "mi Huelva tiene una ría" y queremos recuperarla.

Anoche tuve un sueño. Soñé que a pocos metros, en un lugar llamado la Punta del Sebo, una estatua olvidada, una estatua solitaria y triste, una estatua llamada la estatua de Colón, esbozó una sonrisa.

Anoche tuve un sueño que me llenó de esperanza.