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Crónica:VIAJE DE CERCANÍAS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Vinatea y el chapapote

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Estoy frente al edificio número uno, en el primer distrito de Valencia, y tengo ante mí a un guardia con pistola y palillo. La pistola la lleva al cinto. El palillo, que le sirve de radar, lo mueve en la boca.

-Buenas-. le digo al guardia.

-Usted dirá, caballero-, responde escaneando mi persona de arriba abajo.

-Vengo a ver la maqueta de la plaza del Ayuntamiento.

-¿Maqueta? Aquí no hay maqueta-, afirma el guardia.-¿qué quiere saber?

Entonces miro hacia las máquinas asfaltadoras que, como carros de combate en Bagdad, parecen decididas a asaltar el mismísimo Ayuntamiento, y el guardia y yo nos hacemos prudentemente atrás. Le pregunto:

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-¿Tambien fueron autorizadas a echar zahorra en las escalinatas de doña Rita?

La gente no quiere llevarse la 'mascletà' a otro sitio. La quiere aquí. Y la plaza está al servicio de la 'mascletà. Por eso no hay mas árboles ni bancos. Todo está pelado

-Ni idea sé-, replica el guardia-, pregunte ahí al lado.

Al lado está la oficina del Turismo en cuyo escaparate se exhiben las torres de Quart, la Lonja y el Miguelete, en cerámica y miniatura, junto a tres abanicos y un saquito de arroz bomba. Esto me anima a entrar. Varios turistas arramblan con todos los planos y una señora incluso se quiere llevar el saquito de arroz, pero no le dejan. Entonces pido que me informen acerca de cómo va a quedar la plaza. ¿Hay maqueta y la puedo ver?

-Aqui no hay mas que polvo-, dice la mayor de las empleadas con un pañuelo apretado a la nariz. Y la otra me regala un mapa gastronómico de la ciudad, llamado el Pipiripao, porque debo poner cara de hambre. Acto seguido me dicen que pregunte en la oficina de al lado (siempre hay otra oficina al lado), que esa es la oficina de Información Municipal.

Entro en la oficina de al lado. Hay cola. Una funcionaria suelta unos gritos espantosos cuando menos te lo esperas. De pronto dice:

-¿Quién quiere una instancia? ¿Quiere alguien una instancia?

Casi todo el mundo quiere una instancia, o cualquier otra cosa, y tambien yo, pero me toca esperar el turno. Entonces la empleada dice que de la plaza me informarán en la avenida de Aragón. Allí está Proyectos Urbanos. Así que llamo a esa oficina pero enseguida me indican que llame a la Delegacion de Ordenación Urbana, que está en el Ayuntamiento, y pida la extension 5310 y pregunte por la maqueta, y si me dicen que no existe maqueta, que pregunte por el concejal Francisco Lledó, que sí que existe, y es la persona que se lo sabe todo. Así que llamo. Pero no hay nada que hacer. El concejal no se pone al teléfono. La maqueta tampoco. Una voz acepta tomar nota de mi número de teléfono y sin prometerme nada tratará de que el señor Lledó me llame, pero esto puede ocurrir dentro de un rato o cuando las obras hayan terminado, que tampoco saben cuándo es. ¿Algo más?

Con sensación de fracaso regreso al punto de partida, o sea al guardia que sigue a la puerta del Ayuntamiento con el mismo palillo en la boca. Es amable. Nada más verme, sonríe:

-¿A que no hay maqueta?-, pregunta. ¿No se lo decía yo? Pero si quiere, le cuento: mire, todo lo que vemos desde aquí (señala la plaza entera) va de asfalto puro y duro, todo menos esos trozos que han puesto de mármol rosa que ya veremos si la gente se mata a base de resbalones. Dependerá del calzado. Dicen que es una pista de patinaje. ¿Usted ve el mármol?

-¡Cómo no lo voy a ver!-, le digo al guardia- ¡si esto parece un cuarto de baño de un hotel de Las Vegas!

-¿Y ve las nuevas casetas de flores?

-Sí, también las veo. Nuevas y de cristal.

-Exacto-, sigue explicando el guardia-, lo que pasa es que han eliminado la mitad. Ahora son doce. Y tambien se han cargado un par de árboles que estaban viejos. Y eso es todo lo que hay.

Me despido del guardia e inicio una gira por la plaza a fin de reseñar el numero de negocios abiertos al público en plantas bajas, que son 47 en total, la mayoría de comer y de vestir. Luego, esquivando apisonadoras y trailers rebosantes de betún, anoto las declaraciones de las floristas. Una dice que los cristales son blindados. Otra añade que lo mejor es la buhardilla donde puedes echarte una siestecita (y guiña un ojo) o almacenar mercancía. Pero lo mejor de todo es el retrete, me explica mas tarde la florista de la caseta 9, una simpática señora que lleva 30 años trabajando aquí:

-Antes teníamos que ir a los bares o a los cafés a hacer nuestras necesidades. Era tercermundista. Ahora, gracias a doña Rita, que está en todo, tenemos llave para una caseta con el numero cero donde hay váter.

Pero esta misma florista lamenta el desaprovechamiento de la zona central de la plaza. La gente no quiere llevarse la mascletà a otro sitio. La quiere aquí. Y la plaza está al servicio de la mascletà. Por eso no hay mas árboles ni bancos. Todo está pelado. Ni siquiera hay una carpa de quita y pon que al menos daría sombra en verano.

-¿Y usted aguanta en la caseta cuando empieza la mascletà?-, pregunto.

-Ni hablar. Desde que hace tres o cuatro años una carcasa explotó y casi me mata, porque se hicieron añicos los cristales y hubo heridos, en cuanto sueltan el primer petardo me meto en Balanzá. Y cuando termina la mascletà, vuelvo a mis flores.

Ahora la marea negra sube y sube. El betún ya roza los pies de Francesc de Vinatea, jurat en cap, héroe valenciano que por haberse enfrentado al rey castellano de turno ha merecido el pedestal que antaño ocupaba Franco. Lo malo es que así como a Franco lo conocíamos por desgracia todo el mundo, a Vinatea casi nadie lo conoce. Preguntas a cualquier peatón por Vinatea y se cree que le preguntas por una bodega, o por un bar de copas.

-¿Quién era, y a qué se dedicaba, Francesc Vinatea?- le pregunto al encargado del quiosco Moderno, a un tiro de piedra de la estatua.

-¿Vinatea? ... sí hombre, era un poeta, un escritor.

Pues no se hable más. Extasiémonos como todo el mundo ante el afán de las máquinas que no dejan una sola pulgada sin pavimentar.

Al atardecer, desde el semisótano del Ateneo, a nivel de los pies de los peatones, imagino el efecto que produciría la unión en esta misma plaza del gigantesco Parotet si fuera transplantado de la avenida de Francia, con el indefenso Vinatea, a quien la libélula podría salvar no sólo del chapapote sino también del anonimato.

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