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De la "puta de la República" a la absolución de Roland Dumas

Se le había atribuido la afirmación de que tenía material de sobra para "hacer caer 10 veces a la República", pero Alfred Sirven, el ex número dos de la petrolera Elf, tendrá que seguir entre rejas a su avanzada edad (76 años) tras haber desperdiciado la última gran oportunidad de hacer las revelaciones que guarda para sí.

La policía francesa le puso la mano encima en febrero de 2001, tras una fuga rocambolesca de tres años finalizada en las islas Filipinas. De vuelta a París, aterrizó en medio del primer juicio por el caso Elf, donde la autodenominada "puta de la República", Christine Deviers-Joncour, estaba siendo juzgada por haber cobrado el equivalente a 10 millones de euros sin más oficio conocido que el de amante del ex ministro de Exteriores Roland Dumas, al que la implicación en el caso Elf obligó a renunciar a la presidencia del Consejo Constitucional, equivalente del tribunal español del mismo nombre.

Cuando el fugado Sirven fue conducido a la sala de audiencia donde se estaba juzgando a Dumas, a su amante y al ex presidente de Elf, un ramalazo de emoción recorrió a la clase política y periodística, a la espera de las revelaciones que Sirven podría haber hecho sobre sus contactos políticos.

Pero Sirven no dijo nada en absoluto. Se aguantó con una primera condena de cinco años de cárcel que le cayó por aquel asunto, en el mismo juicio en que Dumas fue sentenciado a 30 meses de prisión por aceptar regalos financiados por Elf.

Banquillo de los acusados

Este último apeló y logró la absolución, posición desde la que arremetió contra los jueces instructores que le habían implicado. El abogado y ex ministro no se ha visto encartado en la parte del caso Elf juzgada este año y sentenciada ayer, como ningún otro político ha tenido que sentarse en el banquillo de los acusados.

Este segundo juicio tampoco recogió revelaciones de mayor cuantía por parte de Sirven, que, sin embargo, arremetió contra su antiguo jefe, Loïk Le Floch-Prigent, exasperado de ver que éste negaba haber estado al corriente de desviaciones de fondos, y menos aún de haberse beneficiarse personalmente de ellas. Sirven le ajustó las cuentas y el resultado es que cada uno ha sido condenado a cinco años de cárcel.

Durante el juicio confirmó que no pensaba dar nombres, en respuesta a preguntas sobre el probable destino político de las sumas acumuladas en sus cuentas ocultas, más de 173 millones de euros. Sirven se ha conformado con hacer caer al que fue su jefe. Un papel más modesto que el de derribar a la República Francesa.

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