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Reportaje:

Las huellas del agua

La fuerte tromba del lunes dejó en Alcalà de Xivert numerosos daños en cosechas, caminos, construcciones e infraestructuras

María Fabra

El agua ha creado ramblas donde no las había. Hay zonas en las que nunca volverán a crecer las alcachofas porque la tierra ha desaparecido. Han quedado piedras, muchas piedras. Y barro. Los sistemas de riego por goteo, en las áreas de cultivo creadas en ramblas o zonas colindantes, están arrancados de cuajo y se acumulan junto a los troncos o árboles que soportaron el paso del agua (dicen que, en tramos, hasta 400 litros por metro cuadrado). Las plataformas de hormigón, de hasta cuatro metros cuadrados, que han aparecido a veinte metros de su ubicación original atestiguan la dureza de la tormenta.

Y es que, tal como admitieron ayer tanto los representantes de la Unió de Llauradors como los propios agricultores, así como el concejal del ramo, Joaquim Pitarch, el agua se abrió paso por su curso natural y, donde encontró obstáculos artificiales, arrasó con todo. En Alcalà todavía hay 350 hectáreas absolutamente anegadas. Los campos mantiene el agua embalsada en la zona de La Foia, donde la N-340, la A-7 y la vía férrea han hecho de muro insalvable. "El problema es que el proyecto de desdoblamiento de la N-340 tampoco incluye ninguna zona de evacuación", señaló Pitarch. Pero la situación no es mejor en la rambla d'Estopet, que recoge el agua de la Serra d'Irta, donde un terraplén en desuso de la vía provocó que las huellas de una gran avenida de agua se asemejen a las del paso de un gigante destructor.

En su salida al mar, la lluvia arrancó el paseo marítimo dejando incomunicada una parte de Alcossebre, después de acabar con la vida de más de un centenar de cerdos que murieron ahogados dentro de una granja. El secretario general de la Unió, Joan Brusca, visitó ayer los tres municipios más afectados, Benicarló, Santa Magdalena de Pulpis y Alcalà y, además de constatar que el mayor daño está en este último municipio, cifró en 150 millones de euros (unos 2.500 millones de pesetas) las pérdidas ocasionadas en cultivos e infraestructura agrícola.

Pese a la intención de los ayuntamientos de comenzar a reparar cuanto antes los desperfectos, no se olvidan de la indefensión con la que hubieron de afrontar el caos. El consejero de Administraciones Públicas, Víctor Campos, habló de la comunicación de alerta con los ayuntamientos en los "tiempos previstos" y de la remisión de faxes anunciando la preemergencia. En Alcalà, donde el suministro eléctrico estuvo interrumpido durante horas, el primer fax llegó 24 horas después de la tormenta. Según el edil Joaquim Pitarch, sobre las ocho de la mañana, llamó al 112 y, tras identificarse, comunicó el estado en el que se encontraba la población, con carreteras cortadas, la comunicación ferroviaria interrumpida y las clases suspendidos. "Me dijeron que era una tormenta, pero que no se esperaba gran cosa", aseguró ayer. Poco después, le reclamaron que habilitara un espacio para los 300 viajeros del Euromed que "frenó a escasos metros de distancia de un socavón" provocado por el paso del agua. Cuando todo estuvo preparado "nos dijeron que no hacía falta".

Durante todo el lunes, nadie se preocupó de sus necesidades. Únicamente, una vez pasado lo peor, el delegado del Consell en Castellón, Joaquín Borrás, realizó una llamada para interesarse por la situación. La alcaldesa de Alcalà, la socialista Isabel Soriano, señaló ayer, con la ironía que otorga el cansancio, que "ha habido ayuntamientos con más peso político". Sin embargo, los avisos a Santa Magdalena y Benicarló, gobernados por el PP, tampoco llegaron en tiempo previsto aunque, eso sí, recibieron visitas institucionales antes que Alcalà.

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