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Columna
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Parlamento municipal

La Constitución teme quedar encandilada en su 25 cumpleaños por los variados focos de la hipocresía constitucional. No basta con blandirla contra Ibarretxe, que es un proyecto demoniaco, aunque por ahora sólo un proyecto; también se dan otras situaciones que la comprometen, como la que en el pequeño parlamento de la Casa de la Villa enfrentó en Madrid a Ana Botella con el concejal homosexual Pedro Zerolo. Botella sacó pecho de consumada legionaria de Cristo Rey y arremetió contra el matrimonio de gente del mismo sexo. Sobraba su argumento de que los ayuntamientos no son competentes en lo que a legislación matrimonial se refiere, que eso lo sabe hasta el que asó la manteca, pero quizá ella no llegara a enterarse de lo que perseguía el concejal socialista: sólo una declaración institucional del Ayuntamiento de Madrid en favor del matrimonio entre homosexuales.

Lo cierto fue que la concejal no quiso entrar en el fondo de la cuestión, porque entrar en el fondo de las cuestiones es entrar en su verdadera naturaleza y podría terminar entrando en el catecismo, así que prefirió quedarse en las formas, que más que quedarse en la nada supuso esta vez que se le viera el plumero. Ninguna novedad: se sabe cómo piensa y cómo actúa.

Lo que sí supuso una novedad fue la puesta en evidencia de sus escasas dotes dialécticas. Y es una pena que ahora que el alcalde presidente quiere ser más presidente de la ciudad que alcalde, y le gustaría convertir a la Corporación en un pequeño parlamento municipal, la responsable de asuntos sociales se despachara como una dama de la caridad que garantiza la asistencia a los gays sin discriminarlos, por lo que le deben quedar los homosexuales muy agradecidos, ya ven que no los trata tan mal, y no aprovechara para cultivarse como parlamentaria con vistas a la carrera política que le queda. La agudeza dialéctica de Zerolo consiguió, sin embargo, una verdadera catarsis en el salón de plenos. Incluso es posible que llegara a conmover a su interlocutora cuando le dijo, mirándola, que "los homosexuales no somos orientaciones sexuales que vagamos por el espacio: somos sus hijos, sus hermanos, sus compañeros de grupo, sus colegas de partido...". No evitó, sin embargo, que Botella empleara el argumento de que si Esperanza Aguirre ha ganado las elecciones en esta Comunidad, y no Simancas, es porque la mayoría de los madrileños piensa como ella sobre este asunto. No tuvo en cuenta que esa mayoría sería en todo caso menos de la mitad de los madrileños, pero nos dio una pauta de cómo van a manejar su mayoría.

Pedro Zerolo le espetó a doña Ana la diferencia que hay entre ellos dos: en la sociedad que Zerolo quiere, vino a decirle Zerolo, cabe Ana Botella, pero en la que quiere la mujer de Aznar no cabe Zerolo. La Constitución es incompatible con una sociedad en la que alguien no quepa, por lo que Zerolo recordó a sus compañeros de corporación que cuando la juraron, al hacerse cargo de su poltrona, habían prometido cumplir con la obligación de promover la igualdad sin distinción de raza o sexo. Así que por mucho que la concejal esté preparando su mantilla para los festejos constitucionales del 6 de diciembre, no se libra de que la Constitución la mire con recelo. Y por constituciones que no sea, porque Pedro Zerolo apeló incluso a la de 1812 para recordar que la Pepa instaba a los poderes públicos a procurar la felicidad del pueblo.

Bien es verdad que también dijo que con la tranquilidad, que es una forma accesible de la felicidad, se conformaba. Y menos mal que en este punto Botella le concedió a Zerolo el mismo derecho que ella a ser feliz. Zerolo, que cree que en el PP hay distintas sensibilidades, apeló a la demostrada tolerancia del alcalde para pedirle su voto a favor de la declaración que proponía. Y votaron todas las sensibilidades del PP, incluida la del alcalde de la tolerancia y excluida la de la concejal de las Artes, que, para no votar, se fue avergonzada al pasillo a fumarse un cigarrillo con su propia sensibilidad. Votaron, pues, casi todos. Y el PP en contra, al unísono, en el espíritu constitucional de Ana Botella.

Votaron, se fueron y no hubo nada.

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