De la mano
La cumbre bilateral de Carcasona ha marcado un "cambio de cultura" en la cooperación antiterrorista entre Francia y España, con pasos de gran trascendencia. Madrid y París adelantan lo que debe ser el camino a seguir por el conjunto de la Unión Europea. Pues está claro que tanto el terrorismo como el narcotráfico y otras formas de crimen organizado no son un reto que sólo a España interesa combatir, sino a Francia, y a toda Europa, que ha de construir ahora un espacio común de justicia y seguridad que acompañe a la desaparición gradual de sus fronteras internas.
El acuerdo entre los ministros de Justicia de ambos países, Michavila y Perben, sienta las bases jurídicas para crear equipos conjuntos con policías, jueces y fiscales que investiguen en materia penal las actividades delictivas de quienes se aprovechan de la libertad de movimiento existente en Europa. Esto permitirá a las autoridades de cada país actuar, bajo un encuadramiento judicial claro, en el territorio del otro. Las leyes españolas ya están preparadas. Francia aún ha de adaptar a esta nueva cultura de cooperación su Ley de Enjuiciamiento Criminal, pero los equipos conjuntos podrían empezar a funcionar a mediados de 2004. Chirac se ha comprometido, además, a aportar "de manera inmediata" varias decenas más de policías a la lucha concreta contra ETA, y reforzar las medidas de protección de los depósitos de armas y explosivos para evitar su robo.
Este acuerdo sigue una línea trazada desde hace años, pero podría haber llegado antes. Pese a que la cooperación con Francia siempre ha podido ser mejor, el acuerdo alcanzado en Carcasona muestra que, por encima de otras consideraciones, Francia es el socio estratégico de mayor importancia para España. Y su colaboración ahora reforzada resulta esencial para ahogar policial y judicialmente a ETA.
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