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TEATRO

La verdad apisonada

Javier Vallejo

Arthur Miller escribe que si durante el crash de 1929 su confortable universo familiar no se hubiera desplomado junto con las cotizaciones bursátiles, él no habría sido autor dramático. Tampoco lo habría sido Henrik Ibsen si su padre no se hubiera arruinado, o hubiera sido otro autor, con otros puntos de vista. Aunque los separe un siglo, Ibsen y Miller tienen mucho en común. Aquél fue el espejo en el que éste se miró durante los inicios de su carrera: su influencia se palpa nítidamente en Todos eran mis hijos y en Las brujas de Salem. Antes de componer este drama, en el que crea una analogía entre las cazas de brujas del siglo XVII y el cerco que el Comité de Actividades Antiamericanas de Estados Unidos tendió sobre un amplio grupo de autores, directores y actores de izquierdas, Miller hizo una versión de Un enemigo del pueblo en la que se transparenta el enfrentamiento entre quienes intentaron mantener su independencia ideológica en el Hollywood de los últimos años cuarenta y dijeron lo que pensaban sin temer las consecuencias, y quienes se pusieron a favor del viento. A partir de la de Miller, Juan Vicente Martínez Luciano y Joan Antoni Lluch han hecho una adaptación que, puesta en escena por Carme Portaceli se representa en el Romea de Barcelona (y que probablemente después girará por España). Allí donde antaño resonaba la caza de brujas del senador McCarthy, resuenan hoy corruptelas y tejemanejes políticos de última hora.

Con una ciudad provinciana como campo de batalla, Un enemigo del pueblo narra un enfrentamiento entre fuerzas desiguales. A un lado está Thomas Stockmann, el protagonista, con la razón de su lado, y al otro, unas pocas familias que tienen la sartén de los negocios por el mango. El desencadenante del conflicto es un informe sobre la salubridad del balneario del que viven la mayor parte de los habitantes de Kirsten. Ante el crecimiento exponencial de enfermedades infecciosas entre sus usuarios, el doctor Stockmann, que trabaja en el área de salud del Ayuntamiento, encarga a un laboratorio universitario independiente que analice las aguas. El resultado: están infectas. Al conocerlo, durante una cena en casa del doctor, las fuerzas vivas de la ciudad reaccionan. Hovstad, director del periódico local, hombre de ideas progresistas, ve la ocasión de lanzar una andanada en la línea de flotación del gobierno municipal conservador, corrupto y negligente: construyó la toma de aguas justo en el lugar donde una fábrica de curtidos vierte sus residuos. Arlaksen, presidente de la Asociación de Pequeños Empresarios, propietario del periódico, le apoya. Pero Thomas no desea armar tanto revuelo porque Peter Stockmann, el alcalde, es su hermano. Aunque se lleve rematadamente mal con él, es su hermano, y confía en que hará lo necesario para garantizar la salud pública. Se equivoca. El alcalde entra en el despacho del director del periódico con la soltura con que el constructor que reservó hotel al tránsfuga Tamayo el día de su espantada de la Asamblea de Madrid entró en la sede del PP a hablar con Romero de Tejada, encarga un contrainforme que le entregan con la celeridad con que se entregan hoy las declaraciones de impacto ambiental y mueve Roma con Santiago para que nada se sepa, para que todo quede como estaba. Thomas se niega a tragar. Cree que la verdad resplandecerá. Pero, ¿cómo y cuándo, si le niegan la palabra? ¿Y a costa de qué? De que le aparten de su trabajo, le difamen, le humillen.

Vale la pena volver a Ibsen y comprobar que es lo más actual de la cartelera. Escrita en Alemania, donde su autor vivió durante 20 años, Un enemigo del pueblo se estrenó en 1882, y llegó a España una década después. Aquí se recuerdan el montaje dirigido y protagonizado por Fernando Fernán-Gómez en 1972, y la versión de Enrique Llovet, que llevó a escena Manuel Manzaneque hace 18 años. El montaje de Carme Portaceli tiene como protagonista a Manel Barceló, que se ha incorporado sobre la marcha en sustitución de Albert Forner, actor que lo estrenó en Valencia la primavera pasada. Completan el reparto Miguel Ángel Romo, Pilar Martínez, Enric Benavent, Carles Sanjaime, Álvaro Bàguena, Anna Cediel, Diego Braguinsky y Joan Gadea, que en el maquiavélico papel del suegro de Thomas Stockmann marcaba, este verano, el mejor registro interpretativo en tempo y tono.

Un enemigo del pueblo. Teatro Romea de Barcelona. Del 12 al 30 de noviembre.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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