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Columna
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El potosí más apetecido

Además del noviazgo principesco, y con tanta o más intensidad, los cenáculos políticos y económicos más accesibles -pues los otros, por definición, nos están vedados- se ocupan del relevo previsto en la presidencia de Bancaja. Se conjetura y se parlotea, pero ésta es la hora en que el cronista no ha podido hincarle el diente al motivo que provoca el licenciamiento de Julio de Miguel al frente de la citada entidad financiera. El diagnóstico sumario de que se trata de una decisión política es de una obviedad tan palmaria que nos deja tan aleccionados como pueda estarlo un pato mareado. ¡Y tanto que es política! ¿Acaso no lo es todo cuanto acontece en esas cumbres borrascosas, especialmente desde que Eduardo Zaplana tomó para sí el gobernalle del País Valenciano?

Más ilustrativa, aunque ligeramente descarada, se nos antoja la hipótesis de que el PP practica una suerte de justicia rotatoria en virtud de la cual el trofeo, potosí o recompensa más apetecida de entre las que el poder político autonómico puede otorgar ha de pasar de mano en mano para que no cree adicción o exceso de fortunas. Se citan cifras y momios deslumbrantes, si bien tales bicocas sólo escandalizan en nuestros días a los pobres de espíritu. Como este columnista, dicho sea de paso. Pero, en todo caso, la teoría que nos ocupa tampoco parece verosímil, pues hasta el menos avisado percibe que son otras, y de más calado, las razones determinantes que dan o quitan la anhelada poltrona.

Pelillos a la mar. Día llegará, no obstante, en el que sepamos qué demonios ha conminado al actual presidente para renunciar a un cargo singular que ejercía con ganas, discreción, sin incidencias conocidas y sólidos amparos partidarios. O así parecía. Cosas de la política, que hoy otorga una gracia y mañana la retira, a menudo con la misma falta de fundamento. Precariedad perversa, aunque actualmente inevitable en entidades dirigidas con mando a distancia y no es raro que también distanciado de la cuenta de explotación. Pero no hay visos para deducir que la causa del ostracismo del presidente haya sido oponerse gallardamente a ese desvarío que involucra la estrategia partidaria con las finanzas cautivas, como son todavía las cajas.

Sin embargo, y por el momento, ya hay que ocuparse del presidente emergente, que comparece con la bendición de quien manda en el PP valenciano. Aludimos al ex molt honorable José Luis Olivas, el personaje idóneo, al decir de Eduardo Zaplana. Con ese aval y la predisposición del PSPV a convenir la propuesta, ya tenemos resueltas las previsiones sucesorias. Eso sí, a costa de agudizarse el perfil político de esta entidad de ahorro, aunque únicamente a efectos formales, pues antes no era menos agudo. Ni lo será después, en tanto no se clarifique su naturaleza jurídica y se erradique de una vez esta simbiosis entre sus fines sociales y los partidarios de turno. Mientras, las cajas serán islas baratarias para políticos y afines en expectativa de destino. El candidato mejor colocado que hemos señalado ha optado a ella con preferencia a un retiro dorado en Bruselas. Y hasta habríamos de celebrar que la propuesta cuaje antes de que por arte de birlibirloque se potencie a uno de esos valencianos más o menos eminentes que triunfan en Madrid. Más que tierra, somos coto de promisión.

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