Poggiali triunfa a la primera
El sanmarinense conquista el título en los 250cc en el año de su debut
Manuel Poggiali (San Marino, 14 de febrero de 1983), quien ayer se proclamó campeón del mundo de 250cc, es tan modesto como liviano. Un peso mosca del motociclismo: mide 1,74 metros y apenas pesa 50 kilos. Pero, pese a su aspecto escuchimizado, un perfil común entre los pilotos, Poggiali es una garantía para la escudería Aprilia. Junto con el japonés Tetsuya Harada, éste en 1993, son los únicos que han ganado un título mundial de 250cc el año de su debut en la categoría. Y eso que arrancó sin grandes expectativas. "No corro por la victoria final", afirmó allá por enero. Nadie se lo creyó.
Poggiali se jugaba ayer, en Cheste, el título del cuarto de litro con el italiano Roberto Rolfo (Honda). No era una situación nueva para él. El escenario, tampoco. En 2002, en la última prueba, disputada también en el circuito valenciano, llegó con opciones de revalidar la corona de 125cc que ya ganó en 2001 con Gilera. Pero el francés Arnaud Vincent se lo impidió.
Nadie ni nada, sin embargo, privaron ayer del éxito a Poggiali, que partía con una ventaja de siete puntos sobre Rolfo. Éste, con problemas mecánicos, nunca fue una amenaza para el nuevo campeón de los 250cc, que hizo la carrera que más le convenía: evitó entrar en la pugna por ganarla para de esta forma asegurarse el título. Llegó el tercero, mientras Rolfo cruzaba la meta el séptimo. La prueba fue ganada por el francés De Puniet tras un intenso duelo con Toni Elías.
Según los expertos, Poggiali, un chico sano aficionado a los ordenadores y los videojuegos, e hincha del Milan, es un firme candidato a ganar algún día el campeonato del mundo de MotoGP, con permiso de Rossi, por supuesto. Y eso que su irrupción en el Mundial, en el circuito de Imola en septiembre de 1998, no auguró nada bueno. "Quise demostrar lo que sabía hacer, pero nunca había corrido con la pista mojada. Así que me rompí la clavícula en los entrenamientos y regresé a casa sin correr", recuerda. Cinco años después, ya con dos títulos mundiales en el zurrón, puede contar aquello como una simple anécdota.
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