Insaciable Rossi
El campeón italiano rompe con Honda, no aclara cuál será su futuro equipo y se impone con la autoridad habitual en su escenario maldito
Valentino Rossi (Urbino, Italia, 1979) tiene al mundo del motociclismo en vilo. Su futuro es una incógnita. No se sabe en qué equipo ni con qué moto correrá en 2004. Y de eso depende la ubicación el año próximo de un buen número de otros corredores. El italiano ha sumado su tercer título consecutivo en la máxima categoría.
A Rossi le gusta tanto divertirse, sobre la motocicleta y lejos de ella, que se permite ciertas licencias, como convocar a la prensa para aclarar su futuro y no contar más de lo que ya se sabía: "Honda y yo lo hemos ganado todo. Para mí ha llegado el momento de afrontar nuevos retos". ¿Con Yamaha, como todo el mundo preveía?, se le preguntó. Pues no. Hasta el 31 de diciembre de 2003, cuando finaliza su contrato con Honda, el motociclista no desvelará sus planes.
Fichar por Yamaha, cuyo último título se remonta a 1992, supondría un reto mayúsculo
Nada entorpeció ayer su victoria en el circuito de Cheste, donde nunca había ganado
La marca Honda, la más poderosa del Mundial -ha ganado nueve de los últimos diez títulos de la categoría reina-, se niega a aceptar las pretensiones de Rossi, quien parece dispuesto a afrontar un reto mayúsculo, según los rumores que circulan por el circuito: fichar por Yamaha, cuyo último título de 500cc, el equivalente a la actual categoría de MotoGP, se remonta a 1992, cuando el norteamericano Wayne Rainey se coronó campeón del mundo por tercer año consecutivo. La posible llegada de Rossi a Yamaha beneficiaría sobremanera a uno de los actuales componentes del equipo, el español Carlos Checa, que aprovecharía la inversión en tecnología de la marca japonesa, ávida de recuperar el esplendor que perdió. "Celebramos que Rossi y Honda hayan roto", afirmó ayer Davide Brivio, el director de Yamaha; "puedo decir que nuestras negociaciones con él van por buen camino. Esperamos que el acuerdo sea inminente".
Pero no sólo Yamaha espera la respuesta del quíntuple campeón mundial: en los últimos días también ha trascendido que Ducati, el equipo de Loris Capirossi y Troys Bayliss, le ha hecho una jugosa oferta. Rossi, mientras, enreda aún más el asunto. "A ver si Honda me deja probar su nueva moto antes de diciembre", bromeó tras imponerse en el circuito de Cheste, cuyo trazado despreció el año pasado: "Questa pista me fa vomitare", dijo en su idioma natal. Entonces criticó que la pista era demasiado sinuosa, "buena para el espectador, pero pestosa para los pilotos". Ásí que Rossi, quien este año ha conquistado el campeonato del mundo a falta de dos carreras, se marcó el reto de ganar en Valencia, el único circuito que se le resistía: fue segundo en 2002, undécimo en 2001, se retiró en 2000 y octavo en 1999, el primer año que Cheste acogió una prueba del Mundial.
Ningún obstáculo entorpeció ayer la victoria de Rossi, que encadena 22 grandes premios subiéndose al podio, un dato que habla por sí solo de su incuestionable superioridad. Sólo el español Sete Gibernau, con sus cuatro carreras ganadas, ha sido capaz de meter en apuros en 2003 al intratable italiano, que este año se ha subido a lo más alto del podio nueve veces.
Ayer ganó cómo y cuando quiso. No tuvo rival. Ni siquiera Gibernau, que por mucho empeño que le puso terminó sucumbiendo al poderío del italiano, que abrió hueco en cuanto quiso. Por detrás de él, un rosario de impotentes pilotos asistían resignados a los alardes del genial campeón del mundo, un portento en la pista sin nadie que le haga sombra.
Tras la carrera, todo el mundo esperaba que Rossi aclarara su futuro. Él mismo había convocado a la prensa para despejar las dudas. Pero no. Fiel a su estilo, el mismo que le impulsa a rechazar una invitación del ex primer ministro italiano y actual presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, "porque tengo mejores cosas que hacer", el italiano alimentó todavía más las conjeturas. A nadie le importó. Las decenas de periodistas que atiborraban la sala de prensa del Circuit Ricardo Tormo le despidieron con una ruidosa ovación.
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