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Columna
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Suelo turístico

¿Dónde se alimentan las raíces del folclore o festival político de Benicàssim? En la respuesta no sólo deben estar interesados los votantes del municipio turístico de La Plana, sino también un sector considerable del vecindario. Aunque el tejemaneje, la confusión y el enredo -y la opacidad del tejemajene- empujen a quienes se interesan por la cosa pública a permanecer como tancredo delante del toro: impertérritos y esperando ver qué pasa. El suelo agrícola de Benicàssim producía antes uvas moscatel de alta calidad que saboreaban los valencianos; de ellas sólo queda hoy en día poco más que el recuerdo. De clima benigno convirtió el suelo agrícola de Benicàssim en urbano y turístico. Con la construcción y el cemento afloraron también el desarrollismo, los intereses cruzados de caldeos, arameos, filisteos, hebreos y otras tribus, que complicaron y fragmentaron la geografía social y política del municipio, como las tribus bíblicas fragmentaron la Tierra Prometida tras el reinado de Salomón. Las urnas democráticas reflejan convocatoria tras convocatoria electoral ese enredo y fragmentación social y política de forma pacífica. Formar un gobierno estable municipal es algo casi tan difícil como lo del camello y la aguja de los Evangelios.

Las elecciones de la pasada primavera llevaron al Ayuntamiento a seis ediles del PSPV, uno del Bloc, uno de la Entesa, seis del Partido Popular y tres de una agrupación electoral de residentes en Benicàssim. Los tres residentes con los seis populares daban como resultado un gobierno municipal mayoritario de la derecha. Pero, en el momento de la elección, dos ediles del PP se echan atrás y resulta elegido el socialista o socialdemócrata Francesc Colomer, quien forma gobierno con los votos del Bloc y de la Entesa. Los caminos del tejemaneje y los intereses creados son inescrutables, porque todavía no sabemos con meridiana claridad las razones primeras y últimas que motivaron la desafección de los dos ediles mencionados, que suponía también la desafección a los planes de la derecha que comanda el provincial Carlos Fabra. Claro que un gobierno municipal con mayoría relativa de una izquierda muy modera cuando la derecha podría tener en sus manos las bridas del poder local es un dislate sin nombre, merecedor de todos los anatemas posibles. Y el PP que encabeza Fabra se mueve y se preparan con inmediatez las mociones de censuras pertinentes, y se nombra director general del Servef en Valencia a uno de los concejales del PP y se trenzan los hilos para descabalgar a Francesc Colomer de la alcadía, y el presidente de la provincial diputación tacha al alcalde del PSPV de demagogo y de estar a medio cocer, de nefasto en la gestión cuando ocupó años atrás la alcaldía -en otra legislatura y con otro encaje de bolillos-, y habla Fabra de las veleidades de Colomer por haber estado trabajando éste último en el Partido Comunista, en Esquerra Unida, en el grupo mixto, en el PSPV y en el limbo. Un festival de palabras y un enredo folclórico cargado de intereses casi por entero, donde la derecha y sus aliados huyen de mirarse en el espejo, para no ver, como el bastión de Zamora en el río Duero del poeta, su muralla desdentada en Benicàssim.

Según los últimos despachos de prensa, una munícipe del PP de Benicàssim ha abandonado su grupo municipal. Sigue el enredo y falta explicación pública de tanto disparate, que observamos impertérritos y con nostalgia de la uva moscatel que se cosechaba por estos pagos, ahora turísticos.

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