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Reportaje:

La innovación llega a los cementerios

Las funerarias facilitan nuevos servicios a los deudos de las 27.000 personas que mueren cada año en la capital

La muerte de los allegados, un trance culminante que hoy se conmemora en los 23 cementerios y sacramentales de Madrid y en unos dos centenares de camposantos de la región, muestra en los últimos años innovaciones. La asistencia psicológica a los deudos, así como su confort y las exigencias de una sensibilidad anticontaminante ocupan el eje de esta modernización. Todo ello implica un incremento de los precios de los servicios funerarios que, según fuentes del sector, responde al aumento de la calidad. Una sepultura a 99 años cuesta unos 5.900 euros.

Madrid registra unos 27.000 decesos anuales, que aumentan en los años con cambios bruscos de temperatura. La media es de 75 fallecimientos diarios. En la nueva cultura funeraria, la muerte se percibe hoy de forma desdramatizada. La vela de los difuntos en tanatorios es un hecho generalizado que ha zanjado -casi de modo definitivo- tal práctica en el hogar del finado. Así, el tanatorio del cementerio-jardín de La Paz cuenta con 17 salas, el de la M-30 con 26 y con 60 el del cementerio Sur, todos con altos grados de ocupación.

Aumenta el uso de féretros de cáscara de almendra, un material biodegradable

Las familias en duelo encaran ahora este trance de una forma más desenvuelta que hace apenas unos años, por la existencia de una mayor información y un mayor nivel de sensibilidad de las empresas funerarias hacia aquéllas, pese al impacto emocional que acostumbran sufrir.

Sin embargo, estas situaciones de desconcierto siguen dando origen a algunos abusos por parte de desaprensivos que operan en grandes centros sanitarios y residencias de ancianos, al acecho de los deudos afectados por la muerte de un familiar. Los profesionales del sector abominan de tales prácticas y abogan por una unificación oficial de la información plural brindable a las familias, para que puedan elegir, con serenidad y sin presiones, la manera de despedir a sus difuntos.

El certificado de defunción y un documento nacional de identidad cuyo titular se responsabilice son los documentos básicos para que las funerarias actúen y se hagan cargo de los cadáveres, de su traslado para inhumación o incineración o de su desplazamiento al extranjero, práctica ésta que la ley obliga a realizar previo embalsamamiento.

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En Griñón y Torrelodones se hallan los cementerios islámico y judío, respectivamente. Protestantes, ortodoxos, judíos y creyentes de varias sectas cristianas, de diversas nacionalidades, descansan desde hace un siglo y medio en el Cementerio Inglés situado en el madrileño barrio de Carabanchel. Allí, donde apenas se hacen media docena de enterramientos al año, están sepultadas algunas de las familias de empresarios más conocidas de Madrid (entre ellas, los fundadores del restaurante Lhardy, la familia de relojeros Girod, los Loewe, tanto de la rama dedicada a la moda como la dedicada a la fabricación de materiales para fotografía, los Boetticher, dueños de la empresa de ascensores y escaleras mecánicas), según David Butler, experto en este cementerio.

En Madrid, los usos funerarios registran una tecnificación evidente. Entre las nuevas ofertas se brindan métodos de conservación o embellecimiento de los cadáveres, una actividad denominada tanatopraxia. Es el caso de Pracesa, que regenta el cementerio-jardín de La Paz, situado en la carretera de Colmenar y que mantiene un convenio con el Ayuntamiento de Alcobendas, cuyo camposanto se halla casi ocupado al completo. En su cementerio-jardín, que posee 40 hectáreas y césped sobre las inhumaciones signadas con pequeñas lápidas, se emplea el denominado descensor de féretros. Es un bastidor metálico rectangular sobre el que se deposita el ataúd; al activar un sistema eléctrico, el féretro se introduce en la tierra; de esta forma se elude el empleo de sogas y se evitan los golpes que sobre el ataúd causan las paletadas de tierra. En cambio, la distribución de sus sepulturas impide emplear descensores en los cementerios municipales madrileños.

Poco a poco proliferan los féretros de cáscara de almendra, ideados por Silio Cardona, ingeniero químico recientemente fallecido. "Este material no contamina, es biodegradable y no acarrea la devastación de bosques para extraer su madera", explica José Argente, responsable de mercadotecnia de la Empresa Mixta de Servicios Funerarios.

Como sustitutoria de la inhumación crece la práctica de la incineración, desenlace, ya, de una de cada tres defunciones.

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