Con silencio y con envidia
Los consultados en Euskadi sobre las elecciones destacan la tranquilidad con que en Cataluña se plantea el debate
Cuatro o cinco de los consultados, entre ellos el presidente de la patronal vasca, un deportista muy conocido y un cineasta de renombre, declinaron la invitación. "No, lo siento", dijo uno de ellos, resumiendo la postura del resto, "no quiero opinar sobre las elecciones catalanas y su repercusión en Euskadi, pero no es porque no tenga una idea formada, ¿eh?; es que no quiero que mis declaraciones se extrapolen y la gente termine sabiendo lo que pienso sobre lo que pasa aquí. No están las cosas para mojarse, ¿verdad?".
Los que sí aceptaron hablar lo hicieron en un tono que refleja bien el escritor Anjel Lertxundi. "Siento envidia", tituló tajante, "y la siento por la tranquilidad y el sosiego con que en Cataluña se plantea el debate. Destacaría una cuestión que es muy diferente en un sitio y en otro. Y es que en Cataluña se habla con naturalidad de todo lo relacionado con España, sin reparos, sin hacer ascos, llamando a las cosas por su nombre y sin utilizar eufemismos. Las relaciones políticas empiezan a ser sanas cuando no hay que enmascarar la realidad con eufemismos".
"La sociedad catalana está más cohesionada que la vasca", dice Enrique Portocarrero
Así, entre el silencio y la envidia, discurrieron los otros entrevistados. Con una capacidad de medir las palabras adquirida durante años y difícil de encontrar en cualquier otro lugar, todos -unos off the record y otros a micrófono abierto- suspiraron por lo que en Cataluña es posible y en el País Vasco no. "Se habla más de lo que pasa en Euskadi", declaró Emiliano López Atxurra, un abogado que conoce muy bien las dos realidades, "pero no hay que perder de vista que lo que pasa en Cataluña es de mucha más preocupación para aquellas fuerzas que tienen una visión del Estado más centralizada que abierta. No hay que olvidar que Cataluña tiene seis millones de habitantes, por los 2,5 que tiene Euskadi; que allí existen unas élites muy consolidadas, con proyección internacional, que aquí no existen. Lo que sí hay aquí es un tejido empresarial potente de pequeñas y medianas empresas, pero éste es un país sin élite".
Enrique Portocarrero, portavoz del Círculo de Empresarios, insistió en esa idea para casi descartar las similitudes. "Al intentar comparar Cataluña con Euskadi", explicó, "me acuerdo de lo que decía Calvo Sotelo con respecto a Gibraltar y las Malvinas... Se trata de un problema distinto y distante". Y añade: "Las diferencias son muy claras. La sociedad catalana está más cohesionada que la vasca, no tiene la desvertebración de la de aquí ni el grado de enfrentamiento entre nacionalistas y no nacionalistas. Y en segundo lugar, la sociedad catalana es mucho más pragmática. Lo que más le preocupa es la financiación de Cataluña, la vivienda social... Probablemente pasa aquí algo parecido, pero aquí hay un problema, el del terrorismo, que lo oculta todo".
Anjel Lertxundi, un intelectual que igual asiste a las manifestaciones contra los crímenes de ETA que a las protestas contra el cierre de Egunkaria, retomó la cuestión del debate enrarecido que vive el País Vasco en comparación con Cataluña. "Fíjese usted", señaló; "lo de los eufemismos, que parecía un mal endémico de Euskadi, se está utilizando también desde Madrid. ¡Y de qué manera! Se están resucitando viejos y rancios eufemismos, fantasmas del pasado. Aquí se intenta que cualquier persona sea o blanco o negro, que se le vea bien la etiqueta. A mí me preguntan: '¿Y usted es nacionalista?'. Yo respondo: 'Y yo qué sé...". Manu Montero, el rector de la Universidad del País Vasco, es una de esas personas que, como señala Lertxundi, se resisten a ponerse -y sobre todo a que les pongan- la etiqueta de nacionalista o no nacionalista. Así que, en ambos lados, despierta cierta intranquilidad, desconfianza tal vez. "Con relación a las elecciones en Cataluña y a los efectos que podrían tener sobre la situación actual en el País Vasco", expresó Montero a este periódico, "preferiría manifestar un deseo. En primer lugar, que se realizase una campaña no crispada. Ello conseguiría relajar el ambiente en España y, en consecuencia, también en el País Vasco. Por el lado de los resultados, el efecto podría ser también beneficioso si no fueran interpretables en términos frentistas. Sería un modo de disminuir el nivel al que ha llegado el frentismo de la política vasca".
Quien haya leído hasta aquí ya sabrá que la pregunta lógica -¿quién prefiere que gane, Mas o Maragall?- siempre terminó cayendo en el casillero del "no sabe, no contesta". O, mejor dicho, del "sí sabe, no contesta".
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