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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Empieza el pospujolismo

El pospujolismo abre hoy su primera página con el inicio de la campaña oficial de las elecciones autonómicas catalanas del 16 de noviembre. Prometen emoción por lo incierto del resultado. Y por lo que se juega: la continuidad del monopolio nacionalista en el poder tras 23 años ininterrumpidos o el cambio en favor del socialismo federal, una alternancia que daría por vez primera la hegemonía en una nacionalidad histórica a un partido no nacionalista.

Los favoritos son el socialista Pasqual Maragall y el convergente Artur Mas. El líder del PSC parte con cierta ventaja, pero en cualquiera de los escenarios que anticipan las encuestas necesitará aliados. Alguna de las combinaciones hipotéticas, por ejemplo con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), levanta ampollas en el PSOE. Josep Lluís Carod, líder de ERC, no se ha pronunciado sobre eventuales alianzas futuras, pero sólo contará con la doble llave del gobierno si obtiene suficientes diputados como para completar una mayoría con cualquiera de los dos grandes grupos y éstos deciden no formar una gran coalición.

Al margen del suspense, las elecciones del 16-N pondrán fin al modus operandi de Jordi Pujol: el regateo en nombre de Cataluña entre Convergència i Unió y el Gobierno central. Se acabará la táctica de conseguir competencias a cambio de oponerse a comisiones de investigación o de llegar por la vía del chalaneo político más allá de los acuerdos de financiación, sobre todo cuando la liquidez económica flaquea.

Y eso sucederá en todos los casos, gane quien gane. Porque el adiós político de Pujol es el fin de esa visión al tiempo instrumental y patrimonial de la ecuación Cataluña/España de que ha hecho gala. Sólo él tiene el pedigrí suficiente como para pactar con el PP su investidura y mantener a la vez su aura nacionalista.

Muchos parámetros se modificarán. El encaje de Cataluña en el Estado de las autonomías puede mejorar sustancialmente si el abanderado de esta nueva situación fuera Maragall, un federalista que preconiza la lealtad con la España de los ciudadanos y los pueblos surgida del pacto constitucional. El debate sería también más claro con Mas, que ya ha anunciado su disposición a romper el tabú pujoliano que prohibía a su coalición contar con ministros en el Gobierno central. El fin del pujolismo abre horizontes nuevos de gobiernos de coalición en una comunidad que desde 1980 sólo ha conocido un presidente, que ha confundido y al que se ha confundido con el país al que representa.

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