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Reportaje:

Falleras con arte al fondo

Noelia Soria y Laura María Ortega fueron ayer elegidas falleras mayores de Valencia

La marabunta no permitía fijarse. Todo empujaba sin remedio hacia los rostros hasta ayer desconocidos. Pero los pasillos que conducían a los rincones elegidos por las ya falleras mayores, Noelia Soria y Laura María Ortega, (o tal vez por los delegados de la Junta Central Fallera) tenían otros nombres propios laureados por virtudes bien distintas a las de las máximas representantes de la fiesta valenciana. Un raro Chillida blanco, una escalera de Nepal, dos Aguado, espejos del XVIII, una mesa con alas (también del XVIII) y una cómoda inglesa cromada a mano dan paso a una terraza con dos tinajas asiáticas. Desde ahí, con un paseo de la mirada se descubren fuentes indias, grabados del XVIII y una escultura conceptual de Miguel Gil, ubicada junto a un enorme sillón de orejas con un respaldo tan subido que Laura María tuvo sitio para acompañarse de un gran oso de peluche. Vestía de azul grisáceo, una sola pieza de falda de vuelo y lazo de raso en la cintura con zapatitos blancos y calcetines calados, del mismo color. Estudia quinto de primaria en el Liceo Francés, donde estudió su madre, Laura, y donde van también sus dos hermanos, uno de doce años y otro de algo más de siete. Tiene la voz calmada, le gusta dibujar y bailar -su padre, Fernando, no dudó en decir que de cuando en cuando muestra sus progresos con las sevillanas sin pudor-. Se sabe las canciones de La Oreja de Van Gogh y le pierden las telenovelas. Los padres de Laura María son registradores de la propiedad, miembros de la falla Almirante Cadarso-Conde de Altea (aunque han estado en otras comisiones falleras hasta hace cinco años). Su cuarto está en la parte de la casa en la que Miguel Ángel Herrero, de Casa Decor, aún no ha podido empezar el proyecto de reforma con que está transformando en un lugar de luz, abierto, de fusión de estilos y atrevimientos de diseño, un piso de la zona noble de Valencia, en Conde de Salvatierra.

Tiene mucho en común con Noelia Soria, hija del gerente de la constructora Romaní, donde además trabaja su hermana mayor, Zaida, de 26 años. "Te llama Paula, tu compañera de clase, te manda besos, dice que luego hablará contigo", así le daba los recados a Noelia el vicepresidente de la Junta Central Fallera, al que acompañaba la directiva al completo para poner orden, protocolo y escaso concierto en los atropellos para hacer fotos y arrancar algo más que un "estoy muy contenta" de las falleras. Entre ramos de flores, entre fotos de eventos familiares, maderas nobles y vestir con nombres propios, a Noelia, estudiante de quinto de Derecho en el CEU, habitual del gimnasio y de ritmo funky house la asaltaron besos de más o menos conocidos. Los de la Junta Central Fallera llamaban abuela a la que era casi tía y descubrieron que Noelia tiene dos hermanas: Zaida e Inma. Félix Crespo, concejal de fiestas del Ayuntamiento, se estrenó en el calendario fallero en casa de los Soria Mompó, de Valencia, sin acento, acostumbrados a transitar con soltura por espacios tales como las tiendas de Álex Vidal y en la mismísima calle de Cirilo Amorós. Noelia, sin pareja, vestida de color crudo, sorprendentemente (a juzgar por años precedentes) morena, es, dicen sus hermanas, tranquila, constante, persistente. Pero, como marca la costumbre, no imaginaba ser de entre todas ella la que represente al mundo fallero.

No hubo dulces ni copitas, ni pinchos ni vino en vasos de plástico. No hubo vecinos en coro, sino porteros profesionales. No hubo traca ni banderas, hubo un ordenado desfilar de las cortes de honor. No hubo papel albal ni pañuelos de papel. Hubo mucha compostura y contención.

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