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Reportaje:

Memoria viva en la montaña del Yak-42

A los cinco meses de la tragedia, aún quedan en la colina de Trabzon restos del siniestro en el que murieron 62 militares españoles

Juan Carlos Sanz

El viento triste que bate las crestas de la cordillera litoral frente al mar Negro no ha desperdigado aún las 62 rosas blancas depositadas hace apenas dos semanas por familiares de los muertos en la catástrofe del Yak-42. La memoria de los 62 militares españoles parece seguir viva en esta ladera del norte de Turquía, en lo más alto de la aldea de Koskina, donde hace ahora cinco meses se estrelló por causas todavía no aclaradas el avión ucranio en el que regresaban de una misión de paz en Afganistán.

Las flores se marchitan despacio, fundiéndose con el pastizal entre infinitos pedazos de fuselaje. A su lado se oxida la esfera de un reloj de pulsera. Cerca yace abandonada una placa grabada con un carro de combate. Hay también un tapón de corcho con inscripciones en caracteres cirílicos, paquetes de cigarrillos sin terminar, cepillos de dientes rotos... Todo tipo de restos de efectos personales de las víctimas.

Es preciso viajar en todoterreno durante más de una hora por caminos forestales para alcanzar el punto del impacto. El paisaje se precipita allí pendiente abajo hacia Maçka, la capital provincial donde los tribunales van abrir un juicio para intentar poner precio al dolor. Entre un horizonte de montañas de bosques y praderas se divisa, a unos 30 kilómetros, Trabzon, en cuyo aeropuerto debía haber aterrizado para repostar combustible el Yak-42 en la madrugada del 26 de mayo. Tras varias aproximaciones fallidas a la pista, el piloto desvío fatalmente el aparato hacia la cordillera en lugar de buscar una vía de escape sobre el mar.

Mientras el almuédano de la mezquita de Koskina llamaba al rezo de la tarde, Hacifaik Turan, de 66 años, llevaba a su mulo ladera arriba hasta su cabaña, cercana a lugar del accidente. Su hijo Mehmet, de 24 años, fue el primero en dar la voz de alarma. "Me despertó después del impacto y vimos las luces de un incendio", relata el granjero turco: "Él se pudo acercar y vio los restos del avión rodeados de decenas de cadáveres". Los Turan alertaron al cuartel de la aldea y en 15 minutos la zona quedó bajo control de los gendarmes. Luego los militares acordonaron la zona y ningún civil pudo acercarse ya a la zona del siniestro.

Una patética hoja plastificada con instrucciones de seguridad para los pasajeros del Yak-42 ha sobrevivido cinco meses después de que el avión se diera de bruces con la cima de la montaña. No lejos de las 62 flores blancas, media docena de pinos carbonizados y un prado arrasado del tamaño del círculo central de un campo de fútbol parecen confirmar que el incendio posterior al accidente no debió ser muy intenso.

La investigación de la catástrofe aérea apunta ahora a que el Yak-42 de la compañía UM Air contratado por el Ministerio de Defensa español no contaba con una reserva de combustible suficiente como para intentar el aterrizaje en un aeropuerto alternativo al de Trabzon, donde el viento y la falta de visibilidad dificultaban las operaciones de vuelo.

Regreso del olvido

Cuando la peor tragedia militar en tiempo de paz en España parecía empezar a caer en el olvido, la invitación del club de fútbol Villarreal a familiares de las víctimas para que pudieran viajar el pasado día 15 a Trabzon con motivo de un partido de la Copa de la UEFA parece haber devuelto el interés por la investigación del accidente. Cinco parientes de fallecidos -tres viudas, un hermano y un padre de militares- les rindieron un homenaje con flores.

Desde entonces, las declaraciones de funcionarios y fiscales turcos en torno al supuesto estado de ebriedad de algún miembro de la tripulación ucrania han reavivado la polémica, hasta el punto de que el general Francisco Sánchez Borrallo fue despachado con urgencia por el ministro de Defensa, Federico Trillo, para recabar información en Turquía.

Pero mientras en España los familiares comienzan a gritar "¡Qué pasó!" para que nadie entierre la verdad, en la montaña turca donde se estrelló el Yak-42 la memoria de las víctimas aún sigue viva.

Familiares de las víctimas del accidente del Yak-42, en el lugar del siniestro.
Familiares de las víctimas del accidente del Yak-42, en el lugar del siniestro.AP

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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