El Barça gana con un bufido
Los azulgrana, con goles de Saviola, Ronaldinho y Cocu, superan a un débil Mallorca
Impotente ante los grandes, el Barcelona no tuvo clemencia con un rival pequeño como es hoy el Mallorca, muestra inequívoca de que el sitio de los azulgrana en la tabla está, de momento, por debajo del que ocupan el Valencia y el Deportivo, por no hablar del Madrid, y muy por encima de ése del que intenta escapar el equipo isleño y, por poner otro rival ya vencido, el Albacete. El Barça, al fin y al cabo, despachó al Mallorca con la misma suficiencia que los deportivistas y los valencianistas maltrataron en las jornadas precedentes a los barcelonistas. La fragilidad rojilla contrastó con la efectividad y autoridad de los azulgrana, tan vulnerables en casa como invictos fuera, donde parecen muy solventes.
MALLORCA 1 - BARCELONA 3
Mallorca: Leo Franco; Olaizola, Nadal, Fernando Niño, Cortés; Campano, Colsa (Nagore, m. 52), Marcos, Nene (Stankovic, m. 57); Eto'o; y Bruggink (Correa, m. 52).
Barcelona: Víctor Valdés; Gabri, Puyol, Cocu, Van Bronckhorst; Gerard, Motta; Quaresma (Sergio Santamaría, m. 46), Ronaldinho (Luis Enrique, m. 70), Luis García; y Saviola (Kluivert, m. 74).
Goles: 0-1. M. 9. Quaresma asiste a Gabri, éste centra desde la derecha, a Leo Franco se le escapa el balón y Saviola remata ante la impotencia de Olaizola.
0-2. M. 23. Ronaldinho transforma de forma impecable una falta señalada sobre Gerard.
0-3. M. 51. Ronaldinho pica un córner y el balón acaba a los pies de Motta, que centra y Cocu cabecea a la red.
1-3. M. 86. Eto'o se escapa por la banda derecha, chuta con fuerza, a Víctor Valdés se le va el balón y Correa remata a la red.
Árbitro: Rubinos Pérez. Madrileño. Amonestó a Puyol, Quaresma, Cortés, Víctor Valdés, Saviola. Expulsó a Gabri (m.90) con roja directa tras protestar por una falta que el colegiado le señaló sobre Stankovic.
Unos 20.000 espectadores en Son Moix.
El Barça, por lo demás, ha encontrado en Son Moix un balneario. Van Gaal salvó su pescuezo el curso pasado en un partido con tan poca historia como el que manejó ayer Rijkaard, que, sin venir demasiado a cuento, proclamó que afrontaba una final. El equipo acudió a su llamada y, desde una alineación más racional y reconocible que de costumbre, resolvió el partido en poco menos de un cuarto de hora y combatió todos sus males: recuperó su pegada después de tres partidos a cero y se reencontró con el triunfo tras contar hasta cuatro encuentros sin ganar. Los defectos de encuentros anteriores se convirtieron ayer en virtudes.
Pese a que la ubicación de Puyol y la suplencia de Márquez dan mucho que hablar, el punto de interés de la alineación del Barcelona en cada partido está en la delantera. Más o menos organizada y siempre exigida, la zaga se defiende con los números en la mano (siete goles en ocho partidos) y sobre todo frente a rivales chicos como el Mallorca. El problema se centra en el ataque, en el que la mayoría de las decisiones son discutibles, salvo la presencia de Ronaldinho, nuevo abanderado del club, como a bien tuvo expresar en el libre directo que transformó de forma solemne, una jugada largamente olvidada en el Barça.
Especialmente complacido por el partido disputado ante el Deportivo, Rijkaard dio continuidad a Luis García y Saviola, en detrimento de Kluivert, y apostó por Quaresma en el puesto de Luis Enrique, un jugador tan discutido últimamente como el holandés, signo de los nuevos tiempos que corren por el Camp Nou y de la radicalización que pide la hinchada. Las correcciones le salieron especialmente bien al entrenador. A los diez minutos, los azulgrana ya se encontraron con el partido cuesta abajo por una jugada que retrataba el nuevo orden táctico: Quaresma progresó desde la mitad del campo tal que fuera Ronaldinho, combinó con Saviola, que se apoyó en la subida del lateral Gabri, y el argentino remató a gol con el aplauso de Leo Franco, muy fallón.
Partidos ofensivos como el que estaba en juego le vienen bien a Gabri desde su demarcación de lateral, sin un volante zurdo que desborde o le obligue a defender, como ocurrió muy al final, cuando se ganó incluso la expulsión. Igualmente interesante resulta la aportación de Quaresma cuando se trata de atacar con un cierto desparpajo, sin miedo a perder la pelota, dispuesto a desequilibrar. Y, puestos a no tener delantero centro, hay pocos como Saviola que sepan revolotear en el área, a la espera de que caiga la pelota, ya venga del palo o del portero.
Al Barça le alcanzó un bufido para tumbar al Mallorca, cuyos problemas estructurales son más sangrantes que los del plantel azulgrana. El club isleño ha perdido categoría por culpa del mercado y el equipo se ha quedado tieso, falto de agresividad defensiva, de dinámica y combinación en la divisoria y de malicia en el ataque. Traspasado Ibagaza, Eto'o corre sin sentido, mirando a Luis, como diciendo que costará salir del barranco.
El Mallorca no cuestionó nunca la jerarquía del Barcelona, que en campo contrario no acusa tanto la ausencia de un medio centro que lleve la iniciativa como en casa. Puede jugar más a verlas venir, sin tanta presión, teniendo más cancha por delante. Gerard y Motta no le dan tanta salida a la pelota como Xavi. A cambio, sin embargo, cierran mejor y permiten a los puntas que se desplieguen sin atropellarse a partir de la posición que marque Ronaldinho.
El brasileño cerró el partido a las primeras de cambio con un golazo en un libre directo y permitió que el equipo jugara con la comodidad suficiente para resolver otros asuntos, como, por ejemplo, darle al final unos minutos a Kluivert. Entre medias quedaron detalles, como el gol de Cocu o los centros de Stankovic, que pusieron en apuros a la zaga barcelonista, y el tanto del honor local, firmado por un clásico como Correa, así como la roja para Gabri. No había más chicha posible para un partido que se presentaba incierto, más que nada por la depresión que embargaba a ambos equipos, pero cuyo resultado estaba cantado desde las primeras de cambio. Así de simple es la vida en el Barça: nada más abrirse el encuentro, se sabe si ganara o perderá. Las derrotas son tan claras como las victorias.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.